La doctora Patrocinio Espigares Ortiz, profesora asociada de Edafología de la Universidad de Málaga es la autora principal de una investigación paleontológica llevada a cabo en la comarca de Orce (Granada) que aporta la evidencia más antigua conocida por el momento de competencia directa por aprovechar un cadáver de megaherbívoro entre los dos grandes carroñeros protagonistas del escenario ecológico de inicios del Pleistoceno en Eurasia, el hombre y la hiena gigante caricorta.

El hallazgo acaba de ser publicado en la revista Quaternary International con el título "Homo vs. Pachycrocuta: Earliest evidence of competition for an elephant carcass between scavengers at Fuente Nueva-3 (Orce, Spain)" y, según los expertos que han trabajado en el mismo,  puede ser la punta del iceberg de lo que atesoran este yacimiento y los demás de la región de Orce de cara al conocimiento del género de vida de los primeros habitantes del continente europeo. El grupo de trabajo que ha desarrollado está investigación está liderado por y la doctora Espigares Ortiz, en colaboración con otros investigadores, entre ellos el Dr. Bienvenido Martínez-Navarro, profesor de investigación ICREA en el "Institut de Paleoecologia Humana i Evolució Social" de la Universitat Rovira y Virgili de Tarragona y el Dr. Paul Palmqvist Barrena, Catedrático de Paleontología de la UMA.

Durante las tres últimas décadas, diversos yacimientos de la región de Orce en el altiplano granadino han aportado evidencias de primera mano sobre el contexto climático, el entorno ecológico e incluso el  comportamiento de los primeros pobladores humanos del continente europeo. En el caso de Fuente Nueva-3, yacimiento con una cronología de un millón trescientos mil años, se ha recuperado una ingente asociación de industrias líticas que, junto a las localizadas en Barranco León, representan las herramientas más antiguas de la península Ibérica. Estas industrias, toscamente talladas, las usaban nuestros antepasados en diversas funciones, como aprovisionarse de carne y obtener médula ósea a partir de los cadáveres de grandes herbívoros que carroñeaban, en competencia con otros carnívoros como las hienas gigantes caricortas.  Como resultado de esta actividad, las lascas de sílex aparecen asociadas a numerosos restos esqueléticos de grandes mamíferos, como caballos similares a las cebras modernas de sabana espinosa, búfalos y ciervos gigantes, en cuyos huesos fósiles se encuentran marcas de descarnación, así como roturas por percusión para acceder a su tuétano.

Además de las industrias líticas, evidencia incuestionable sobre la presencia humana más antigua de Europa, durante la campaña de excavaciones en el verano del año 2001 se produjo en Fuente Nueva-3 un hallazgo espectacular, que potencia el valor patrimonial del yacimiento. Se trata de un esqueleto parcial de elefante hembra al que le faltan las extremidades y el cráneo, pero conserva el esqueleto axial, con la pelvis y la columna vertebral completas, algunas costillas, una escápula y la mandíbula ligeramente desplazada.

Lo más interesante del esqueleto, cuya extracción finalizó en la campaña de 2003, es que se encuentra rodeado por 34 coprolitos (excrementos fosilizados) de hiena, conjuntamente con 17 lascas de sílex, cuyas distribuciones se solapan sólo en parte. Este hallazgo sugiere que el cadáver de elefante pudo servir de alimento a los dos grandes consumidores de carroña durante el Pleistoceno inferior, la hiena gigante y nuestros remotos antepasados, permitiendo elucidar aspectos relativos a su comportamiento, normalmente bastante elusivos en el registro fósil.

Así, los homínidos, que por estas fechas no usaban de manera sistemática el fuego, carecerían de capacidad digestiva para comer carne en putrefacción, tal y como hacen las hienas, centrándose en la carne fresca, como los músculos de las extremidades, en cuyos huesos largos se acumulan grandes cantidades de médula, de alto rendimiento calórico, al igual que en el cráneo, donde se encuentra el cerebro. Por ello, aprovecharían la ventaja de llegar los primeros al cadáver, desmembrarlo y transportar sus extremidades y cráneo, para acto seguido aprovechar las hienas el resto del cadáver. Dos datos corroboran esta interpretación: por un lado, las hienas debieron ingerir grandes cantidades de carne y vísceras, pues los coprolitos que rodean al cadáver son de color oscuro; por otro, los coprolitos se sitúan mayoritariamente en el lugar donde debían encontrarse los huesos de las extremidades, lo que indica que fueron depositados allí con posterioridad a su desmembramiento y transporte por nuestros antepasados. En función de todo ello, se deduce la evidencia sobre la  competencia directa por aprovechar un cadáver entre hombres y hienas, los dos grandes carroñeros del Pleistoceno en Eurasia.

Nota: El dibujo que ilustra esta noticia ha sido elaborado por Mauricio Antón, siguiendo las indicaciones del equipo de investigadores.

 

22-04-2013