La vida amanece más temprano

Ramón Muñoz-Chápuli

El origen de la vida ocurrió relativamente pronto en la historia de nuestro planeta. Hasta ahora, los restos más antiguos atribuibles a seres vivos se remontaban a 3.500 millones de años atrás. En concreto se trata de rocas, la formación Warrawoona (Australia), que contienen corpúsculos fósiles similares a bacterias. Esto supone menos de 1.000 millones de años entre la formación del planeta por acreción de polvo y gas, y el desarrollo de la vida en los océanos primitivos.
Un nuevo descubrimiento podría hacer aún más estrecho este margen y aún más temprana la fecha de origen de la vida sobre la tierra. En el sudoeste de Groenlandia existe una formación de rocas metamórficas (gneis) llamada Itsaq, cuyo origen ha sido datado en 3.800-3.850 millones de años antes del presente. Un reciente artículo revela datos que permiten pensar que los sedimentos que dieron lugar a esta formación contenían trazas de actividad biológica [Mojzsis et al., Nature, 384:55 (1996)]. El argumento fundamental hace referencia al cociente entre los isótopos 13 y 12 del carbono (13C/12C). Esto merece una explicación.
El carbono de los seres vivos, el carbono de las moléculas orgánicas, procede en última instancia de la fijación del CO2 atmosférico durante la fotosíntesis. Esta fijación biológica distingue entre los isótopos del carbono, de forma que el 12C se fija con una cierta preferencia respecto al isótopo más pesado 13C. En cambio, la precipitación inorgánica del CO2 como carbonato no distingue entre los isótopos. De esta forma, la materia orgánica contiene un coeficiente 13C/12C un poco menor que la inorgánica (alrededor de un 2-3%). Pues bien, este déficit de 13C ha sido localizado en las rocas de Itsaq, concretamente en partículas de carbono asociadas a granos de apatito, un mineral fosfatado que también está muy asociado con la actividad biológica. Por supuesto, no hay restos fósiles en las rocas de Itsaq, que han sufrido altas temperaturas y presiones durante cientos de millones de años.
La medición del cociente 13C/12C en muestras microscópicas de carbono ha sido una auténtica proeza técnica. Los granos de apatito son poco mayores que un glóbulo rojo y contienen alrededor de 20 picogramos (billonésimas de gramo) de carbono. Los investigadores han utilizado, por primera vez con este propósito, una microsonda iónica. Básicamente, el dispositivo consiste en impulsar a gran velocidad iones de cesio contra la muestra, expulsando de esta forma iones carbono. Los iones, de carga negativa, son separados luego por su peso en un espectrómetro de masas. Si el sistema demuestra su eficacia es posible que sea aplicado en el futuro a los famosos meteoritos marcianos.
Los resultados publicados por Mojzsis y sus colaboradores, aunque interesantes, no implican una evidencia directa de la existencia de seres vivos, puesto que el bajo cociente 13C/12C podría deberse a otros procesos puramente fisicoquímicos mal conocidos que pudieron ocurrir en los ambiente prebióticos. Por otro lado, los cocientes medidos muestran una variabilidad importante, que no se registra en el caso de muestras orgánicas más recientes. No obstante, a pesar de estos motivos para la prudencia, la explicación biológica sigue siendo la más consistente para explicar el fenómeno.
Si se pudiera confirmar un origen tan temprano de la vida sobre la tierra, esto plantearía un curioso problema. Se piensa que poco antes de la fecha de formación de las rocas de Itsaq la corteza terrestre estaba ya formada, pero aún sufría los efectos de un intenso bombardeo meteorítico que debía suponer la destrucción de cualquier hipotética forma de vida que pudiera haber surgido.
¿Significa esto que la vida se desarrolló en la primera oportunidad que tuvo, en tan sólo unos pocos millones de años? Esto sería un magnífico argumento para los que piensan que la vida, más que una casualidad, sería una necesidad, un «imperativo cósmico» de nuestro universo [M.A. Medina, Encuentros en la Biología, 33:3 (1996)].

 Ramón Muñoz-Chápuli es Profesor Titular de Biología Animal.