Fue al principio de los años cincuenta, creo, cuando tuve mi
primer caso importante. Llevaba unos seis meses en mi trabajo, Seguridad
Celular, cuando recibí aquella llamada. Había estado esperándola
desde hacía algún tiempo. Las malas noticias vuelan, y los
rumores de filtraciones en nuestros secretos de producción se propagaban
mas rápido de lo que me hubiera gustado.
-"El Jefe quiere verle", dijo una voz metálica a través
del auricular.
-"Estoy allí en quince minutos".
Salí fuera y cogí una molécula de soluto vacía.
Nos sumergimos en el tráfico del retículo en dirección
a la membrana del núcleo. Saqué del bolsillo mi tarjeta de
identificación y se la tendí al guardia de seguridad que
parecía más interesado en el comic que leía y en hurgarse
los dientes que en mi presencia.
-"Le están esperando", dijo. Ni siquiera me miró. Parecía
malhumorado.
El Jefe estudiaba fríamente una carpeta abierta cuando entré.
Parecía vacía, pero no podría asegurarlo.
-"¿Qué sabe de esas filtraciones?"
Buena pregunta, pensé.
-"Ninguna pista por ahora, me temo. Me preguntaba si Ud. podría
sugerirme alguna idea de dónde buscar".
-"La Seguridad Celular es cosa suya, pero tal y como van las cosas
es posible que nos quedemos sin trabajo. Igual que el resto de nosotros.
El Enemigo es muy fuerte en Bioquímica comparada. Si descubren nuestros
secretos todo se irá a pique. Primero Chlorella, luego Scenedesmus
incluso la inexpugnable Spinaca. Nadie está seguro".
Mientras salía de su oficina y bajaba a la planta para otra
ronda de inspección, reflexionaba sobre lo poco que sabíamos.
Durante el último año se había filtrado información
vital sobre nuestro mecanismo fotosintético de producción
de azúcares. Mercado negro era la respuesta obvia. Tal vez Ellos
han encontrado el modo de obtener, de contrabando, algunos productos intermedios
de nuestra cadena de producción y los estaban ensamblando secuencialmente.
Me quité esa idea de la cabeza, durante seis semanas trabajé
abajo, en el almacén, comprobando cada inventario, contando cada
unidad de glucosa que fabricábamos. Nunca faltó nada.
Otro misterio eran las exterminaciones periódicas. Pequeñas
poblaciones nuestras eran secuestradas y conducidas como ganado a un contenedor
metálico bajo una molesta luz. Después eran sumergidos en
alcohol hirviendo. Una técnica bastante horrible, incluso para Ellos.
Por supuesto estaban analizándonos. Probablemente usando cromatografías
en dos dimensiones, el gran descubrimiento de la época. A pesar
de todo no lo habían hecho demasiado bien. No tenían idea
de cómo ordenar los productos intermedios en el orden correcto.
También conocíamos sus patéticos intentos de extraer
información de nuestros enzimas. Pero todo el mundo sabe que los
enzimas son entrenados desde su nacimiento para no dar información
de valor una vez fuera de la célula. "Nombre, número y rango";
eso es todo. No obstante Ellos estaban obteniendo información de
nosotros, la cuestión era: ¿cómo?
Sin saber cómo, me encontré rumiando mis problemas en
el mostrador de empaquetado al lado del viejo George.
-"Hola George, ¿cómo van las cosas?"
George movía pesadamente cajas de doce gránulos de almidón,
y las apilaba en el muelle de carga. "Debo estar haciéndome viejo",
dijo, "antes podía manejar cajas de catorce. Ahora solo puedo con
doce".
-"Tal vez los gránulos pesan más ahora, George", dije.
-"No se me había ocurrido", respondió.
Tampoco a mí se me había ocurrido hasta ese momento.
Pero era una idea.
-"¿Tenemos alguna partida vieja de almidón en alguna
parte. Del año pasado, por ejemplo?"
-"Arriba"
-"Dame una de esas cajas", dije.
Tomé una de las cajas de almidón recién empaquetado
y la llevé arriba, puse gránulos recién producidos
sobre una balanza y los comparé con la partida del año anterior.
No era mucha la diferencia, pero definitivamente los gránulos de
almidón no eran tan pesados el año anterior. La observación
no parecía importante, pero allí pasaba algo raro. El problema
es que no sabía como encajaba esto en el resto del problema. Recuerdo
perfectamente que estaba a punto de olvidar el asunto cuando encajó
todo en mi cabeza con un sonoro "click". Estaba tan excitado que tuve que
marcar el número de teléfono tres veces antes de que mis
temblorosos dedos acertaran con la extensión correcta.
-"Enfermería al habla"
-"Aquí Seguridad. ¿Qué departamento ha tenido
el mayor número de bajas por enfermedad el pasado año?"
-"Empezaba a preguntarme cuándo alguien se interesaría
en esto. Es gracioso, pero la unidad fijadora de dióxido de carbono
tiene el record. No se por qué."
Casi no me doy cuenta.
-"¿Hay alguna enfermedad de la que se quejen, algún síntoma
importante?"
-"Eso también es extraño. Casi todos ellos tienen síntomas
de (bueno puedo parecer estúpido si le digo esto, pero...) todos
ellos parecen haber estado en contacto con una potente fuente de radiación.
No tiene sentido, pero los síntomas..."
Colgué bruscamente el teléfono y levanté los brazos
en señal de júbilo. Corrí escaleras abajo y abracé
a George cantando. Corrí de nuevo arriba y llamé a control.
-"¿Jefe? Aquí Seguridad, ¿puede creerlo?..............¡isótopos
radiactivos!
-"¿Qué debo creer?"
-"¡Esa es la forma en la que Ellos obtienen la información!
Nos alimentan con carbono marcado. Entonces analizan nuestros productos
y siguen la dilución de la radiactividad. Entonces, todo lo que
necesitan es ensamblar los productos intermedios en orden decreciente de
dilución y ¡ya lo han resuelto!"
-"No entiendo lo que me dice".
-"Jefe, ¿puedo sugerir un poco de contraespionaje?"
-"Si, pero lo quiero todo en su informe"
No está bien que yo lo diga, pero el informe fue una obra maestra.
La verdad es que me siento muy orgulloso de nuestra maniobra de disuasión.
Lo que hicimos, en resumen, fue producir toda una serie de enzimas locos
que harían toda clase de combinaciones estúpidas con las
moleculas de azúcar. Unimos azúcares de 3 carbonos a otros
de 5, azúcares de 4 carbonos sobre otros de 7 y vuelta a los de
5. El resultado final fue un disparate. Mi toque personal fue organizar
todo el esquema en forma de un ciclo muy complejo (a Ellos les gustan mucho
los ciclos) que toma !dióxido de carbono en un punto y produce azúcar,
al final, en otro punto! El engaño funcionó perfectamente.
En seis meses Ellos estaban absolutamente seguros de haber descubierto
la ruta de asimilación de carbono. Se palmeaban en la espalda y
se concedieron el Premio Nobel. Nadie nos molestó en lo sucesivo.
Ellos creen haber descubierto el secreto de la célula, y por ello,
son felices. Nosotros hemos vuelto a nuestro simple y viejo método
de fijación de carbono, de forma que también somos felices.
Con tanta felicidad en el mundo todos deberíamos sonreir ¿no?
Al poco rato las copias desaparecieron, se fotocopiaron, se distribuyeron.
La expectación subió aún más cuando, en la
primera clase, antes de empezar, comenté que algún alumno,
grupo de alumnos u organización estudiantil trataba de boicotear
las clases sobre el Ciclo de Calvin; durante las clases siguientes trataría
de demostrar que se trataba de un descubrimiento científico esencial
y de plena vigencia y que, no obstante, trataría de desenmascarar
a los culpables. Algunos alumnos vinieron a convencerme de que ellos no
habían tenido nada que ver con la redacción o distribución
del panfleto!
El resultado final, en mi opinión fue muy bueno: hubo silencio,
atención e interés. Resultó fácil, como ningún
otro año, explicar y hacer que memorizaran tanto los aspectos bioquímicos
como fisiológicos del Ciclo.
El éxito de una iniciativa así depende en gran medida
del factor sorpresa, y los alumnos son inteligentes y tienen buena memoria,
así que es difícil sorprenderles. No obstante una sorpresa
así, de cuando en cuando, no es mala cosa.
José A. Fernández es Profesor Titular y Mª Jesús García Sánchez es Ayudante de Biología Vegetal en la Universidad de Málaga