Una iniciativa docente

José A. Fernández y Mª Jesús García Sánchez

 El perfil de los alumnos que hoy acceden a la Universidad ha cambiado drásticamente en los últimos años. Están educados en una cultura visual, casi todos disponen de ordenador, y muchos tienen acceso a Internet. Para el profesor universitario supone un verdadero reto interesar a los alumnos en procesos fundamentales empleando clases de pizarra o transparencias, sobre todo cuando se afrontan temas tediosos y relativamente poco atractivos para los no iniciados.
En el Curso 96-97, la coincidencia de los dos planes de estudio de la Licenciatura en Biología masificó anormalmente las clases de la asignatura Fisiología Vegetal General. La llegada del buen tiempo coincidió con la necesidad de explicar uno de los elementos centrales del programa de la asignatura: el Ciclo de Calvin. Dicho Ciclo representa la vía principal de asimilación de carbono inorgánico en plantas superiores, algas y muchas bacterias y fue descrito por Calvin en los años 50, por lo que recibió el Premio Nobel al final de la década. El impacto científico sobre la investigación en fotosíntesis fue tal, que se abandonó la busqueda de formas diferentes de fijación de carbono, demorándose más de 10 años el descubrimiento de otras rutas alternativas (o, si se quiere complementarias) como la de las plantas C4 o de Metabolismo Ácido Crasuláceo (CAM). A este respecto, en 1968 apareció en New Scientist una nota escrita por Dominic Recaldin, en clave de novela negra, criticando el daño que para el progreso científico supone el elevar al rango de dogma un, por otro lado, excelente resultado científico.
Al objeto de generar interés en los estudiantes, varios días antes de abordar la descripción del Ciclo, traduje y distribuí, de forma clandestina, dicha nota. Decía como sigue:

Fue al principio de los años cincuenta, creo, cuando tuve mi primer caso importante. Llevaba unos seis meses en mi trabajo, Seguridad Celular, cuando recibí aquella llamada. Había estado esperándola desde hacía algún tiempo. Las malas noticias vuelan, y los rumores de filtraciones en nuestros secretos de producción se propagaban mas rápido de lo que me hubiera gustado.
-"El Jefe quiere verle", dijo una voz metálica a través del auricular.
-"Estoy allí en quince minutos".
Salí fuera y cogí una molécula de soluto vacía. Nos sumergimos en el tráfico del retículo en dirección a la membrana del núcleo. Saqué del bolsillo mi tarjeta de identificación y se la tendí al guardia de seguridad que parecía más interesado en el comic que leía y en hurgarse los dientes que en mi presencia.
-"Le están esperando", dijo. Ni siquiera me miró. Parecía malhumorado.
El Jefe estudiaba fríamente una carpeta abierta cuando entré. Parecía vacía, pero no podría asegurarlo.
-"¿Qué sabe de esas filtraciones?"
Buena pregunta, pensé.
-"Ninguna pista por ahora, me temo. Me preguntaba si Ud. podría sugerirme alguna idea de dónde buscar".
-"La Seguridad Celular es cosa suya, pero tal y como van las cosas es posible que nos quedemos sin trabajo. Igual que el resto de nosotros. El Enemigo es muy fuerte en Bioquímica comparada. Si descubren nuestros secretos todo se irá a pique. Primero Chlorella, luego Scenedesmus incluso la inexpugnable Spinaca. Nadie está seguro".
Mientras salía de su oficina y bajaba a la planta para otra ronda de inspección, reflexionaba sobre lo poco que sabíamos. Durante el último año se había filtrado información vital sobre nuestro mecanismo fotosintético de producción de azúcares. Mercado negro era la respuesta obvia. Tal vez Ellos han encontrado el modo de obtener, de contrabando, algunos productos intermedios de nuestra cadena de producción y los estaban ensamblando secuencialmente. Me quité esa idea de la cabeza, durante seis semanas trabajé abajo, en el almacén, comprobando cada inventario, contando cada unidad de glucosa que fabricábamos. Nunca faltó nada.
Otro misterio eran las exterminaciones periódicas. Pequeñas poblaciones nuestras eran secuestradas y conducidas como ganado a un contenedor metálico bajo una molesta luz. Después eran sumergidos en alcohol hirviendo. Una técnica bastante horrible, incluso para Ellos. Por supuesto estaban analizándonos. Probablemente usando cromatografías en dos dimensiones, el gran descubrimiento de la época. A pesar de todo no lo habían hecho demasiado bien. No tenían idea de cómo ordenar los productos intermedios en el orden correcto. También conocíamos sus patéticos intentos de extraer información de nuestros enzimas. Pero todo el mundo sabe que los enzimas son entrenados desde su nacimiento para no dar información de valor una vez fuera de la célula. "Nombre, número y rango"; eso es todo. No obstante Ellos estaban obteniendo información de nosotros, la cuestión era: ¿cómo?
Sin saber cómo, me encontré rumiando mis problemas en el mostrador de empaquetado al lado del viejo George.
-"Hola George, ¿cómo van las cosas?"
George movía pesadamente cajas de doce gránulos de almidón, y las apilaba en el muelle de carga. "Debo estar haciéndome viejo", dijo, "antes podía manejar cajas de catorce. Ahora solo puedo con doce".
-"Tal vez los gránulos pesan más ahora, George", dije.
-"No se me había ocurrido", respondió.
Tampoco a mí se me había ocurrido hasta ese momento. Pero era una idea.
-"¿Tenemos alguna partida vieja de almidón en alguna parte. Del año pasado, por ejemplo?"
-"Arriba"
-"Dame una de esas cajas", dije.
Tomé una de las cajas de almidón recién empaquetado y la llevé arriba, puse gránulos recién producidos sobre una balanza y los comparé con la partida del año anterior. No era mucha la diferencia, pero definitivamente los gránulos de almidón no eran tan pesados el año anterior. La observación no parecía importante, pero allí pasaba algo raro. El problema es que no sabía como encajaba esto en el resto del problema. Recuerdo perfectamente que estaba a punto de olvidar el asunto cuando encajó todo en mi cabeza con un sonoro "click". Estaba tan excitado que tuve que marcar el número de teléfono tres veces antes de que mis temblorosos dedos acertaran con la extensión correcta.
-"Enfermería al habla"
-"Aquí Seguridad. ¿Qué departamento ha tenido el mayor número de bajas por enfermedad el pasado año?"
-"Empezaba a preguntarme cuándo alguien se interesaría en esto. Es gracioso, pero la unidad fijadora de dióxido de carbono tiene el record. No se por qué."
Casi no me doy cuenta.
-"¿Hay alguna enfermedad de la que se quejen, algún síntoma importante?"
-"Eso también es extraño. Casi todos ellos tienen síntomas de (bueno puedo parecer estúpido si le digo esto, pero...) todos ellos parecen haber estado en contacto con una potente fuente de radiación. No tiene sentido, pero los síntomas..."
Colgué bruscamente el teléfono y levanté los brazos en señal de júbilo. Corrí escaleras abajo y abracé a George cantando. Corrí de nuevo arriba y llamé a control.
-"¿Jefe? Aquí Seguridad, ¿puede creerlo?..............¡isótopos radiactivos!
-"¿Qué debo creer?"
-"¡Esa es la forma en la que Ellos obtienen la información! Nos alimentan con carbono marcado. Entonces analizan nuestros productos y siguen la dilución de la radiactividad. Entonces, todo lo que necesitan es ensamblar los productos intermedios en orden decreciente de dilución y ¡ya lo han resuelto!"
-"No entiendo lo que me dice".
-"Jefe, ¿puedo sugerir un poco de contraespionaje?"
-"Si, pero lo quiero todo en su informe"
No está bien que yo lo diga, pero el informe fue una obra maestra. La verdad es que me siento muy orgulloso de nuestra maniobra de disuasión. Lo que hicimos, en resumen, fue producir toda una serie de enzimas locos que harían toda clase de combinaciones estúpidas con las moleculas de azúcar. Unimos azúcares de 3 carbonos a otros de 5, azúcares de 4 carbonos sobre otros de 7 y vuelta a los de 5. El resultado final fue un disparate. Mi toque personal fue organizar todo el esquema en forma de un ciclo muy complejo (a Ellos les gustan mucho los ciclos) que toma !dióxido de carbono en un punto y produce azúcar, al final, en otro punto! El engaño funcionó perfectamente. En seis meses Ellos estaban absolutamente seguros de haber descubierto la ruta de asimilación de carbono. Se palmeaban en la espalda y se concedieron el Premio Nobel. Nadie nos molestó en lo sucesivo. Ellos creen haber descubierto el secreto de la célula, y por ello, son felices. Nosotros hemos vuelto a nuestro simple y viejo método de fijación de carbono, de forma que también somos felices. Con tanta felicidad en el mundo todos deberíamos sonreir ¿no?

Al poco rato las copias desaparecieron, se fotocopiaron, se distribuyeron. La expectación subió aún más cuando, en la primera clase, antes de empezar, comenté que algún alumno, grupo de alumnos u organización estudiantil trataba de boicotear las clases sobre el Ciclo de Calvin; durante las clases siguientes trataría de demostrar que se trataba de un descubrimiento científico esencial y de plena vigencia y que, no obstante, trataría de desenmascarar a los culpables. Algunos alumnos vinieron a convencerme de que ellos no habían tenido nada que ver con la redacción o distribución del panfleto!
El resultado final, en mi opinión fue muy bueno: hubo silencio, atención e interés. Resultó fácil, como ningún otro año, explicar y hacer que memorizaran tanto los aspectos bioquímicos como fisiológicos del Ciclo.
El éxito de una iniciativa así depende en gran medida del factor sorpresa, y los alumnos son inteligentes y tienen buena memoria, así que es difícil sorprenderles. No obstante una sorpresa así, de cuando en cuando, no es mala cosa.

José A. Fernández es Profesor Titular y Mª Jesús García Sánchez es Ayudante de Biología Vegetal en la Universidad de Málaga