Un avance importante en el tratamiento del Parkinson

 José Becerra Ratia

 Algunos avances científicos nos recuerdan con cierta frecuencia que las posibilidades del intelecto humano para avanzar en su propio conocimiento y en el del mundo que le rodea no tienen límite previsible. Incluso, a veces, podemos comprobar que avances significativos no dependen de sofisticados procedimientos, ni siquiera de tecnologías al alcance de unos pocos. El trabajo publicado recientemente en la revista Neuron por el grupo español de la Universidad de Sevilla liderado por José López Barneo (Neuron 20:197-206, 1998), es una muestra excepcional de cómo vale más una hipótesis audaz pero meditada y una metodología sencilla pero escrupulosa, que lo contrario, para conseguir arrancar a la Naturaleza secretos importantes.
El grupo del Prof. López Barneo lleva algunos años estudiando con cierta eficacia, el funcionamiento de las células del cuerpo carotídeo, acúmulo de células situado en la pared de ambas arterias carotídeas, a nivel del cuello, donde no más de 100.000 celulas actúan de sensores de la tensión de oxígeno de la sangre. De los varios tipos celulares que forman el cuerpo carotídeo, uno de ellos, el tipo I, se comporta como un elemento quimiorreceptor presináptico, sensible a la tensión de oxígeno, capaz de liberar dopamina cuando se le somete a baja concentración de este gas. Estas células, por tanto, son las encargadas de dar la «voz de alarma» cuando la sangre es pobre en oxígeno para que el organismo aumente su capacidad ventilatoria y restablezca la tensión de oxígeno adecuada. Es decir, estas células son especialistas en producir grandes cantidades de dopamina en condiciones de hipoxia.
Este especial comportamiento de las células glómicas (que así se llama también el tipo celular I del cuerpo carotídeo), es el que ha «estimulado» las neuronas del Prof. López Barneo para usar dichas células como arma terapéutica en la enfermedad de Parkinson.
La enfermedad de Parkinson se caracteriza por una degeneración selectiva de las neuronas dopaminérgicas de la sustancia negra (acúmulo neuronal situado en el tronco cerebral), que envían prolongaciones que conectan con el área denominada cuerpo estriado (núcleo cerebral telencefálico del sistema extrapiramidal), donde liberan el neurotrasmisor dopamina. La falta de dopamina en el estriado, es lo que provoca los conocidos problemas de movilidad que caracterizan a esta enfermedad.
Si bien se han utilizado transplantes de células productoras de dopamina procedentes de cerebros fetales y médula adrenal, para mejorar los síntomas de esta patología, su eficacia relativa y los problemas éticos y legales que conllevan hacen que la búsqueda de procedimientos alternativos esté más que justificada. En esta línea, el grupo sevillano ha tomado un trozo del cuerpo carotídeo de ratas, a las que se les ha provocado experimentalmente la enfermedad de Parkinson por lesión de la sustancia negra, y lo ha colocado en el estriado. Técnicamente el procedimiento es sencillo, por la accesibilidad del cuerpo carotídeo, porque el animal sigue viviendo en excelentes condiciones con el cuerpo carotídeo del lado contrario, y porque el transplante autólogo elimina cualquier problema de rechazo, presente por otra parte en otros tipos de transplantes heterólogos.
El autotransplante de unas 800 células glómicas, que constituyen el 80% del cuerpo carotídeo de la rata, ha sido suficiente para que tres meses después de la operación la mejoría de los síntomas haya sido manifiesta. En este tiempo del 30 al 60% de las células glómicas sobreviven, producen dopamina y aparecen nuevas conexiones neuronales, cuya procedencia no está claro si son glómicas o de neuronas residuales de la sustancia negra, cuyo crecimiento ha sido estimulado por la presencia de las células transplantadas. Esto significaría que éstas últimas producirían factores estimulantes para las neuronas que aún permanezcan, aunque inactivas, en la sustancia negra degenerada experimentalmente. Esta duda sobre el origen de las nuevas terminaciones nerviosas, lejos de introducir asomo de incertidumbre sobre estos resultados, suponen un mérito extra, puesto que otros investigadores han tratado de remediar la enfermedad de Parkinson mediante factores de crecimiento, cuya liberación en los lugares de actuación siempre supone un problema difícil de salvar. Si las células glómicas producen dopamina y factores de crecimiento se habrán solucionado dos problemas terapeúticos de una sola vez.
Los autores están convencidos de que las especiales características de las células glómicas para sintetizar dopamina en situaciones de baja tensión de oxígeno es la clave del éxito de estos transplantes, ya que la hipoxia es una situación normal en el tejido cerebral especialmente tras manipulación quirúrgica.
El impacto en la comunidad científica internacional que ha causado la publicación de este trabajo ha sido de tal calibre que la revista Science en su número 279, publicado el mismo mes (febrero) de la publicación de Neuron, ha dedicado un elogioso comentario de Marcia Barinaga donde refleja, además, opiniones muy favorables de algunos de los más prestigiosos neurocientíficos actuales. Entre ellas se cuenta la de Arnon Rosenthal, especialista en terapia de la enfermedad de Parkinson, del Genetech Inc. de South San Francisco, o la de Anders Bjorklund de la Universidad de Lund, en Suecia, pionero de los transplantes de células fetales para el tratamiento de esta enfermedad, y por tanto, contrincante directo en esta línea de investigación.
Este trabajo de José López Barneo abre un mundo de posibilidades en el tratamiento de una terrible enfermedad que afecta a casi un 2% de las personas mayores de 65 años. La posibilidad de experimentar con las células del glomus carotídeo, conocer el gen que codifica para la expresión de los posibles factores de crecimiento, mejorar por ingeniería genética dicha expresión, lo cual evitaría tener que utilizar un gran número de células en los transplantes, son algunos de los pasos futuros. Las posibilidades terapéuticas son de tal envergadura que probablemente cuando vea la luz este artículo se hayan realizado los primeros experimentos en humanos, para los que todo está previsto, incluidos los permisos legales pertinentes. El procedimiento quirúrgico es tan sencillo, poco invasivo y tan falto, en principio, de efectos indirectos, que las autoridades sanitarias harán bien en facilitar su realización inmediata.
La comunidad científica española, que ya había reconocido la labor del Prof. López Barneo hace unos años como el mejor científico andaluz menor de 40 años, acaba de otorgarle el pasado mes de junio el Premio Jaime I de Investigación Científica. La ciencia está de enhorabuena con hallazgos como éste y la comunidad andaluza tiene en el grupo sevillano un bastión importante.

 José Becerra Ratia es Catedrático de Biología Celular en la Universidad de Málaga