¿Están las células vivas sometidas a las leyes químicas?

Juan Carlos Aledo y Alicia Esteban

No es nuestro propósito resucitar la teoría vitalista y sería absurdo pensar que la pregunta que da título a este breve artículo tiene una intencionalidad más allá de la puramente retórica. Aunque la respuesta a esta pregunta sea afirmativa, la propia naturaleza de estas leyes químicas nos debería hacer reflexionar sobre su aplicabilidad en determinadas condiciones. Presentar algunos datos que nos induzcan a tal reflexión es el objetivo de este artículo.
Hasta mediados del siglo XIX eran mayoría los científicos que pensaban que la vida era un fenómeno especial, que no tenía por qué obedecer las leyes físico-químicas que gobiernan a los objetos inanimados. Esta creencia, conocida como vitalismo, sostenía que era indispensable el concurso de una Œfuerza vital? para que se dieran las reacciones que tienen lugar en los organismos vivos. Así, por ejemplo, en 1860 Luis Pasteur sostenía que la fermentación alcohólica que realizaban las células de levadura era un proceso inextricablemente ligado con la estructura y la vida de dichas células. No obstante, la teoría vitalista había comenzando un lento declive 32 años antes, cuando el químico alemán Wöhler lograra sintetizar urea, un compuesto orgánico, en un tubo de ensayo, ¡sin la participación de ningún organismo vivo!
Una vez los biólogos se convencieron de que el estudio del fenómeno vital podía abordarse con metodología química, el avance de la biología ha sido espectacular. El descubrimiento del ADN como material genético y de su estructura en doble hélice junto con la interpretación del código genético sean quizás algunos de los hitos más divulgados, pero desde luego no son los únicos. En definitiva, hoy día poseemos un importante conocimiento a nivel molecular de muchos de los procesos fundamentales de la biología. Sin embargo, por muchos e importantes que sean los logros cosechados por la bioquímica, es conveniente reconocer los límites de la aproximación química a los problemas biológicos.

La naturaleza estadística de las leyes químicas

 Una de las primeras cosas que aprendemos en química, es la existencia de átomos y moléculas. Más aún, se nos enseña que toda la materia, y no hay razón para excluir la materia viva, está constituida por átomos y moléculas individuales. Por lo tanto, podremos afirmar que la materia está formada por un número determinado de partículas discretas. Podríamos, pues, razonar de la siguiente forma: toda ley química expresada en forma de una ecuación matemática, debería manejar cualquier término referente a masa como una variable discreta. Sin embargo, sabemos que este no es el caso. Por ejemplo, en las ecuaciones cinéticas empleamos la concentración como una variable matemática continua. La materia es discreta pero en la leyes químicas se maneja como si de una variable continua se tratara, ¿por qué?
Una respuesta satisfactoria para esta cuestión proviene de la mecánica estadística. Las moléculas están sujetas a un continuo movimiento térmico que hace imposible que los acontecimientos que tienen lugar entre un número pequeño de moléculas puedan ser reducidos a leyes formuladas como ecuaciones matemáticas. Sólo cuando contamos con un número de moléculas suficientemente grande, las leyes estadísticas empiezan a ser fiables, describiendo el comportamiento de este conjunto grande de moléculas con una precisión que aumenta conforme lo hace el número de moléculas involucradas. Pongamos nuevamente un ejemplo de cinética química; para una reacción simple del tipo A -> B, podemos determinar con precisión cuánto tiempo se requiere para que un determinado porcentaje de moléculas A se conviertan en B (este tiempo es lo que llamaríamos vida media, t1/2, cuando el porcentaje en cuestión fuera el 50 %). Ahora bien, en las mismas condiciones, si nos fijamos en una única molécula de A, resulta imposible determinar el tiempo que ésta va a requerir para convertirse en B. Así, pues, la validez de las leyes químicas es sólo aproximada. Su aparente infalibilidad se debe únicamente al enorme número de moléculas que generalmente cooperan en cualquier proceso químico. La relación que existe entre el número de moléculas y la precisión de una ley química se ilustra en la siguiente figura.

Por insistir algo más en la cuestión de los números, cuando tenemos un mol de una sustancia (6,02 1023 moléculas) participando en cualquier proceso químico, la ley que manejemos para describir tal proceso será tan precisa que su margen de error se reduce a un 10-10 %, es decir, prácticamente cero. Sin embargo, si en ese mismo proceso tenemos involucradas 104 moléculas, en este caso el error puede ser del 1 %, valor nada despreciable para tratarse de una ley de la Naturaleza. Ocurre que en los procesos que los químicos suelen estudiar, el número de moléculas implicadas es bastante elevado, haciendo que las leyes químicas sean muy precisas. ¿Cabe esperar lo mismo en el caso de las reacciones biológicas?

Los procesos químicos en el interior de las células vivas

 La mayoría de las reacciones biológicas que estudiamos en el laboratorio, se realizan in vitro, es decir, las células se rompen para que liberen su contenido en un tubo de ensayo donde se lleva a cabo el estudio. Como el número de células de las que partimos es muy elevado (del orden de millones), el número de moléculas que participan en la reacción objeto de estudio será también, cuando menos, del orden de millones. Por supuesto que, en estas condiciones, las leyes químicas conocidas son del todo exactas. Pero la cuestión no era ésta, la cuestión es si esas misma leyes gobiernan también las reacciones que tienen lugar en el interior de una célula viva. Para responder tendríamos que conocer el número de moléculas que se ven implicadas en las reacciones que se dan en el interior de una célula viva. Para ello consideremos algunos datos de interés.
En una célula encontramos muchos tipos distintos de biomoléculas, unas estarán representadas en mayor número y otras menos. Tomemos, por ejemplo, una sustancia cualquiera que llamaremos S, cuya concentración intracelular sea de 10-8 M. Ésta es una concentración muy pequeña pero dentro del rango en el cual muchos sistemas biológicos muestran actividad in vitro. Tenemos una concentración, necesitamos un volumen y podremos calcular cuántas moléculas tenemos. Para una célula bacteriana típica, se estima un volumen interno de 2 10-16 litros. Podemos calcular que en el interior de nuestra célula bacteriana tenemos 2 10-24 moles de S. Como un mol son 6.02 1023 moléculas, tendremos ¡tan sólo 1 molécula de S por célula! Para terminar con los datos, vamos a dar uno que no requiere de cálculos por nuestra parte. Se trata de la proteína represora del operon lac de Escherichia coli, que según los libros de textos (véase por ejemplo, Genética de Ursula Goodenogh) está presente en las células en un número próximo a 10. Aunque los datos que hemos presentado están referidos a bacterias, lo mismo sería aplicable a células eucariotas, las cuales aunque presenten un mayor volumen también poseen una mayor diversidad de biomoléculas que además se pueden encontrar en orgánulos, como mitocondrias o cloroplastos, que suponen compartimentos de tamaño similar al de una célula bacteriana.
¿A dónde nos conduce todo esto? Hemos visto por un lado, que las leyes químicas basadas en la mecánica estadística requieren un gran número de moléculas para que sean lo suficientemente precisas como para recibir la categoría de ley. Por otro lado, hemos visto que muchas biomoléculas están representadas en el interior celular por no mucho más que un puñado de las mismas. Si relacionamos una cosa con la otra, quizás debiéramos pensárnoslo dos veces antes de aplicar, por ejemplo, la ley de acción de masas a cualquier proceso celular.

Juan Carlos Aledo es Profesor Asociado y Alicia Esteban es becaria de F.P.I., ambos en el Departamento de Biología Molecular y Bioquímica de la Universidad de Málaga