FORO PARA LA PAZ EN EL MEDITERRÁNEO

No esto no puede suceder, por Javier Blasco

F. Javier Blasco, Coronel en la Reserva
6 de noviembre de 2016

Frase esta muy empleada por la sociedad en general cuando se constatan fenómenos disonantes en nuestro entorno. La empleamos para mostrar nuestro rechazo, desacuerdo o incredulidad con ciertas cosas o hechos relevantes que aparecen súbitamente o poco a poco.

Es mucho más empleada desde que, hace años, alcanzamos cierta estabilidad social en el mundo tras las convulsiones sufridas por dos grandes guerras mundiales y la posterior caída del muro de Berlín, que supuso el fin de la Guerra Fría y el aumento de la paz y la prosperidad en el mundo occidental a lo que pronto se sumó un alto nivel de desarrollo en casi todos los continentes.

Los mencionados y maléficos avatares así como cierto empeño de la Comunidad Internacional para que aquellos no volvieran a ocurrir nos llevaron a dotarnos de ciertos mecanismos para el control de las situaciones de crisis y para que dieran una respuesta a las mismas, si es que estas, a pesar de todos aquellos, volvían a ocurrir.

Así nacieron con fuerza y cierto grado de entusiasmos determinadas asociaciones de países como la ONU, la OTAN o la OSCE entre ellas. De su esfuerzo y actividad florecieron numerosos Acuerdos y Tratados que tratan de regular las actuaciones maléficas de países proliferadores y de aquellos tendentes a apartarse de la senda del concierto internacional y salirse del orden mundial.

Por otro lado, el mundo, aprovechando los años de paz y cierto grado de sosiego, tendió a globalizarse y el concepto de nación pronto comenzó a ser superado por otros más complejos y, aparentemente, bastante más beneficiosos. Los países comenzaron a integrarse en asociaciones supranacionales de carácter regional con la idea inicial de adoptar posturas comunes en lo económico y el libre comercio, derivando pronto a la toma de posiciones políticas comunes y más tarde incluir la intención de velar por la defensa de sus intereses en otros campos como el militar.

Como resultado de lo anterior, las sociedades occidentales mejoraron notablemente sus economías, se avanzó en pocos años mucho más de lo que se hizo en los siglos anteriores en aspectos y logros sobre el respeto a los derechos humanos, las ventajas sociales, la igualdad de género, el derecho a un trabajo digno y en otros campos como la educación, el ocio y la prosperidad individual y colectiva. El incremento de los productos interiores brutos, las bajadas de los índices del paro, así como las subidas de rentas per cápita de la mayoría de estos países llegaron a alcanzar cotas inimaginables pocos años atrás.

La prosperidad, el aumento del consumo de energía y de los llamados bienes de consumo e incluso de lujo empezaron a estar al alcance de casi todos. Ya nadie o casi nadie, quedaba relegado a una vida muy limitada en sus aspectos personales, sociales, culturales, de confort y ocio. Viajar, conocer diferentes confines o comprase productos considerados de lujo durante toda la vida ya no era cosa de unos pocos privilegiados, como tampoco lo ha sido el acceso a la cultura, la vivienda, la educación y al disfrute de buenas y eficientes coberturas sanitarias en el entorno globalizado.

Hoy en día, el mundo está casi por completo abierto a todos; solo unos pocos países se han mantenido cercados en la cerrazón de sus fronteras mentales, políticas y naturales tanto para sus habitantes como para los foráneos. Esto ha sido debido, principalmente, al carácter autocrático de sus dirigentes o la dureza e inflexibilidad de determinados regímenes políticos implantados por la fuerza y con crueldad sobre sus conciudadanos como rechazo a otras culturas e incluso, a otras religiones.

Todo apuntaba a que el mundo y gran parte de sus habitantes podrían estar viviendo en una situación ideal que los españoles definimos como “el mundo de Yupi”. Concepto, que está basado y derivado de una serie televisiva española editada entre 1988-1991 que, aunque fue creada para un segmento de la población destacadamente joven, alcanzó y se empleó mucho en otros sectores de la sociedad española. Un mundo, en el que, aunque no era más que televisivo, se simulaba que era demasiado bonito, tremendamente feliz o totalmente inocente. “Un mundo paralelo donde siempre es primavera y donde si algo va mal, no necesitas arreglarlo, solo cambiarlo”[1].

Nada podía fallar, aparentemente todo, aunque con algunas excepciones, estaba ajustado y funcionando con la precisión de un reloj suizo. En la mayoría de los países y en las asociaciones de estos que optaron por esta forma de vivir, los respectivos gobiernos locales, regionales, nacionales y supranacionales se sucedían en un sistema de alternancias políticas que variaban, con algunos matices, entre el centro derecha y el centro izquierda. Ambos bandos, aunque no se lo reconocieran el uno al otro, buscaban la prosperidad, el acomodo y la seguridad de las personas, de sus propiedades, industrias o negocios.

Como ejemplos de esta forma de vivir, Europa y EEUU se convirtieron en el espejo en los que todos los ajenos a ella querían verse reflejados; aunque a decir verdad, era en la Unión Europea donde se alcanzaban cotas de bienestar mucho más altas que al otro lado del Atlántico. Dichos focos de bienestar, fácil trabajo y gran acomodo fueron origen del reclamo para la inmigración de millones de jóvenes de otros confines donde el progreso se retrasaba o nunca llegaba a alcanzar cotas similares.

Inmigración, que a pesar de las grandes diferencias sociales, religiosas, usos y costumbres, raza y mayor o menor facilidad de integración con los países y personas receptoras, era bien acogida porque, en principio, estos que eran jóvenes y fuertes. Por unas pocas monedas, se ocupaban de aquellos trabajos mucho menos atractivos para nosotros; con el tiempo suplirían nuestras deficiencias poblacionales del futuro – nuestro bajo índice de natalidad como resultado de la comodidad y la alta implicación laboral de las mujeres – y en sus manos, como tarea alternativa, dejaríamos el cuidado de nuestros mayores y menores para, tranquilamente, poder dedicarnos a nuestros ocios, trabajos y aficiones. En resumen, mano de obra barata, pero muy útil para cubrir grandes deficiencias y casi todas las preocupaciones que nos acosaban.

Todos, o la mayoría, aceptábamos esta situación, nadie se oponía. Era un camino fácil para la armonía y el concierto social. Una vez cubiertas estas necesidades no menores y con un buen salario, una importante mejora de las condiciones sociales, asequibles posibilidades laborales, grandes beneficios derivados de los avances de la técnica en los bienes de consumo, el impulso positivo de la aplicación de las nuevas tecnologías y la aparición de las redes sociales, todo apuntaba a que el famoso mundo de yupi era mucho más realidad, que ficción.

Pero, como suele ocurrir en las épocas de bonanza y la consiguiente despreocupación, la relajación y la autocomplacencia suelen aparecer. Poco a poco, ligeros cambios en las costumbres y buenos hábitos comienzan a acomodarse entre las gentes. Cambios, que traen como consecuencia una pérdida de parte de los valores, las buenas costumbres y la preocupación por la seguridad y subsistencia de hoy y del mañana.

Casi sin darnos cuenta, vamos dejando de lado ciertas cosas que hasta la fecha habían sido los pilares de la civilización y la sociedad como son: el culto a la familia como pilar fundamental de la sociedad; el respeto a las personas, instituciones y educadores; la invulnerabilidad de la propiedad privada; el cuidado de la propiedad pública; la importancia de los valores; el estudio y análisis de las lecciones aprendidas de la historia reciente y pretérita; el sentido del patriotismo; el interés por la política; el apego y el cumplimiento con las exigencias de la religiosidad y, sobre todo, la necesidad de preocuparnos por nuestra defensa.

Aunque no por su origen real, se ha venido haciendo cada vez más patente la aplicación de la feliz expresión “Laissez faire, laissez passer, le monde va de lui même” (Dejad hacer, dejar pasar, el mundo va por si solo) atribuida a Jean-Claude Marie Vicent de Gournay, uno de los principales fisiócratas franceses del siglo XVIII, quienes defendían que los sistemas económicos debían ser regidos por sus propias leyes naturales, sin intervención de los gobiernos[2].

Cada vez son más los que piensan y sienten un no profundo al intervencionismo y las reglas que les acogotan y sofocan. No hace falta que nadie vele por nosotros; todo irá bien sin que necesitemos de directrices y normas, ya saldremos solos. El problema se arreglará por sí mismo o según decida la asamblea. Sin embargo, esta forma de pensar y actuar, sabemos por experiencia que, en realidad, no funciona jamás. Pero, recurrentemente, nos olvidamos de ello y tratamos de abrazarnos a esta norma de vida como el náufrago que se aferra a un flotador salvavidas.

Cuando se llega a una situación en la que no nos interesa nada de lo que nos atañe y rodea, es muy fácil que surjan pensamientos, corrientes o movimientos de diversa intensidad, que hasta, en su extremo, puedan llevar a confrontaciones bélicas.

Así aparecieron, casi sin solución de continuidad, graves problemas que de una forma u otra tuvieron determinadas repercusiones sobre los mencionados faros que regían la nueva era; hechos como: las guerras en Vietnam; la crisis de Albania; la guerra de los Balcanes tras la desmembración de la antigua Yugoeslavia; las guerras en Oriente Medio, el Golfo y Afganistán; el conflicto de Kosovo y los diversos movimientos autoritarios tras determinados golpes de Estado o revoluciones político-religiosas en Oriente Medio, en determinados países del norte de África y en la mayoría de los nuevos estados de dicho continente.

Todo fue visto y analizado, con determinado grado de pasotismo incluso el famoso atentado del 11-S en Nueva york que, fue contemplado con cierto estupor aunque, no se le prestó la atención que precisaba salvo por determinados estadistas.

No fuimos conscientes de los orígenes de este tipo de atentados terroristas de naturaleza religioso-reivindicativa que pronto florecieron en otras capitales europeas; no quisimos ver en ellos una amenaza mayor y que estos son fruto de una situación insostenible que busca cualquier excusa para lanzar por doquier a sus huestes en una la Guerra Santa y sin cuartel.

Paralelamente a esto, hemos visto sin casi mover una pestaña, el surgimiento y toma de un gran impulso de determinados movimientos políticos que se apartan de los cánones acostumbrados al uso, inclinaciones en determinados países que tienden a recuperar superadas formas de gobierno, cambios en las políticas económicas que arrastran al enriquecimiento de unos pocos y a la ruina de una inmensa mayoría, graves corruptelas políticas, pérdidas de la moralidad y de los valores profesionales, sociales, religiosos y culturales, multitud de guerras sanguinarias que impulsan las atrocidades por diversas causas y asolan los territorios expulsando a sus habitantes hacia el abismo y un sinfín de malolientes cosas más.

Ante la mayoría de estos acontecimientos, muchos pronunciamos aquello de “No, esto no puede suceder… alguien debe parar estas atrocidades” pero no hicimos nada más, no forzamos a que ese alguien se materializara sin ser, o lo que es peor, siendo conscientes de que “Alguien” es un pronombre indefinido cuyo significado según la RAE “Designa una o varias personas cuya identidad no se conoce o no se desvela”. Suele representar y referirse a otros diferentes de nosotros mismos. Así, alguien, puede referirse a personas, estamentos, naciones u organizaciones supranacionales; pero no a nosotros.

Por lo tanto, con decir dicha frase no se soluciona nada y así, el incremento del grado de dejadez y del acomodo en las sociedades avanzadas han sido tan grandes que poco a poco abonaron el camino para la llegada por doquier de movimientos, acciones y reacciones insospechadas aunque, materialmente, fuera casi improbable que estas ocurrieran.

Sucedió con la aparición de los populismos en centro y Sudamérica, Europa y ahora, también, en EEUU. No podían suceder, pero sucedieron. Han triunfado en muchos países del continente americano, lo hicieron en Grecia y en Portugal y están obteniendo muchas ventajas y avances en Francia, Italia, España, Austria, Alemania, el Reino Unido, Holanda y en varios de los países nórdicos.

Escribo estas líneas a pocas horas de celebrarse las elecciones presidenciales en EEUU, no sé qué pasará por lo incierto de sus resultados, pero, a pesar de que muchos piensan que no puede suceder que Donald Trump, famoso por su misoginia, populismo, egocentrismo, graves salidas de tono y xenofobia, llegue a sentarse en la Casa Blanca; puede suceder.

El Brexit, era cosa de unos populistas “descerebrados” que pretendían mediante engaños y demagogias cosas imposibles de alcanzar, pensábamos que no podía suceder, que la seriedad y el pragmatismo de los británicos darían al traste con dichas vánales e infundadas aspiraciones por una abrumadora mayoría; pero no fue así y sucedió.

El nacimiento, implantación y expansión del Estado Islámico eran cosas que no podían suceder, pero sucedieron. Nos lo tomamos con poca seriedad, pensamos que en pocos meses serían abatidos pero, allí siguen dando la batalla e incluso expandiéndose a otros estados, sembrando la región de abusos, muertes, refugiados, desplazados y no pocos quebraderos de cabeza para el resto del mundo. En resumen, pensamos que era flor de un día, pero, otra vez, nos equivocamos completamente.

Nadie pensaba que las actuales guerras en Siria, Libia e Irak iban a provocar millones de refugiados y que la mayoría de estos tomaría el camino hacia Europa. No podía suceder porque la UE, la OTAN, EEUU y Rusia pondría los suficientes mecanismos para evitarlo; pero sucedió y sigue sucediendo. Las medidas de todo tipo tomadas hasta la fecha se han mostrado insuficientes, ineficaces e incluso mucho más nocivas.

Pocos creyeron a los que anunciábamos que la llegada masiva de dichos refugiados y la pasión, alegría y el desproporcionado e irregular acogimiento de estos serían causa de graves problemas para Europa y los europeos. No entendimos que los correspondientes desastres y la falta de una política y organización adecuadas serían aprovechados por ciertos movimientos para lanzar ferozmente las protestas contra sus gobiernos. No podía suceder porque somos lo suficientemente ricos, organizados, caritativos y acogedores para que esto sucediera; pero sucedió y sigue sucediendo.

Nadie hubiera creído hace bien poco que, en tan solo un año, cientos de miles de personas lo lograran y unos 5.000 desesperados refugiados murieran en las aguas del Mediterráneo en su alocado intento por alcanzar Europa amontonados peor que el ganado en barcos y chalupas inapropiadas por inseguras. Pondríamos todo tipo de medios para evitar este increíble fenómeno. No podía suceder, pero llevamos algo más de dos años que está sucediendo.

Los refugiados y los movimientos políticos que los emplean para lograr sus fines tienen tomadas las calles de muchas importantes ciudades y mantienen en jaque a la policía de varios países europeos punteros en tecnologías, economía y con gran capacidad de sus servicios sociales. La propia Canciller alemana, Ángela Merkel, acaba de reconocer que está perdiendo el control de las calles. No podía suceder; pero está sucediendo.

El mismo fenómeno del movimiento masivo de estas personas ha puesto en peligro los logros alcanzados en lo referente a la concordia y el buen entendimiento de los miembros de la UE y a la libertad de movimientos de los ciudadanos europeos. Las fronteras de la Unión ya no iban a cerrarse salvo en tiempos de graves crisis o guerras. No podía suceder; pero ha sucedido y seguirá sucediendo.

Era imposible que países con democracias asentadas tuvieran problemas durante meses o más de un año para poder formar gobiernos. Todos pensábamos que los propios mecanismos de sus Constituciones y la cordura de sus partidos políticos evitarían innecesarias dilaciones en el tiempo y graves perjuicios para los ciudadanos. No podía suceder; pero ha sucedido y no solo una vez, sino dos.

No podía suceder que Rusia, a pesar de la caída del Telón de Acero, la desmembración de la URSS y los problemas que atraviesa su economía, pudiera volver a intentar recuperar parte de la Gran Rusia atacando, ocupando o amenazando, con toda impunidad, a sus países vecinos; ni que Europa, en dicha situación, pensara e invirtiera cada vez menos en su defensa a pesar de que pudiera estar poniendo en peligro su seguridad e integridad; pero todo esto, está sucediendo.

Cosa similar ocurre con la increíble capacidad de expansión económica y militar demostrada por países considerados desde hace muchos siglos como casi parias y bastante atrasados económica y técnicamente; China y la India por ejemplo. No podía suceder; pero está sucediendo.

No podía suceder que varias de las más importantes y prestigiosas industrias mundiales del automóvil y la comunicación vendieran miles de sus productos falseados o defectuosos a sabiendas; pero está sucediendo.

No podía suceder que importantes compañías de calificación e incluso, varios bancos centrales nacionales manipularan sus informes y llevaran al mundo a una crisis financiera sin precedentes; pero ha ocurrido.

Por último, por no cansar mucho más, aunque por desgracia solo será por el momento, se me ocurre decir que hasta hace pocos lustros era impensable pensar que en los tiempos de la mayor globalización en el mundo, la casi total apertura de los mercados, la tendencia a monedas únicas y la unificación del lenguaje para las relaciones y transacciones internacionales; determinadas regiones de ciertos países piensen firmemente en la recuperación y exclusividad de sus lenguas históricas y de poca utilidad, así como en la separación e independencia de aquellos a los que han permanecido durante siglos. Que, incluso, en estas mismas regiones se dé pábulo y se alardee por el no cumplimiento de la Ley. No podía suceder; pero está sucediendo.

Tantas veces hemos pronunciado erróneamente la dichosa frase, que ahora, cada vez que la vuelvo a escuchar, me pongo a temblar, porque inmediatamente pienso que a pesar de todo argumento en contra, con independencia de su viabilidad y peso específico o no; aquello que no pueda suceder; sucederá.

[1] http://arablogs.catedu.es/blog.php?id_blog=1395&id_articulo=72451
[2] http://definicion.de/fisiocracia/

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