FORO PARA LA PAZ EN EL MEDITERRÁNEO

La victoria contra el Daesh no llevará la paz a Oriente Medio • Urgen modelos integradores

 

Por Francisco Javier Carrillo Montesinos / Autor

El Debate de Hoy. 05.04.2017

Fue director del Gabinete de la Educación de la UNESCO / ONU y después embajador de la UNESCO en el mundo árabe. Académico correspondiente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

Los modelos alternativos para después de las guerras en Iraq y en Siria tienen que ser “integradores” de la diversidad de minorías que viven en esos países con mayor o menor peso, entre ellas las cristianas. Lo peor que podría ocurrir para “el después de la guerra” es que el Daesh sunita fuera vencido por ejércitos mayoritariamente chiitas, kurdos y alauitas.
El terrorismo yihadista se incorporó al carro de la globalización al utilizar internet (ciberterrorismo) y al gestionar sus oscuros ingresos a través de los complejos mecanismos financieros internacionalizados. La globalización nació en lo que ellos llaman Occidente “cruzado, sionista y corrupto”, al que golpean con armas, ciencia, nuevas tecnologías y mercados negros. Ese terrorismo no tiene fronteras. Reina en uno de los mayores avisperos del mundo, provocando a Occidente y a los países árabes e islámicos (a los que consideran “herejes e infieles”) desde su “Califato” con objetivos universales, al caer en los mismos errores que abundan desde la época colonial y trazado de fronteras artificiales hasta el desastroso desenlace de la guerra de Iraq.
La ausencia de modelos alternativos, endógenos, para después de la guerra fue el caso en las de Iraq y de Libia. Se han de diseñar modelos alternativos para el Oriente Medio y Próximo, así como para el norte de África, sin excluir los necesarios reajustes en el modelo de funcionamiento de las democracias occidentales, cada vez más mestizas y, por ende, más multiculturales. Las religiones, sobre todo las monoteístas, querámoslo o no, han entrado a formar parte de las políticas de Estado. Toda tentación negacionista y relativista constituiría un paso en falso. Es preciso que los cimientos de nuestras sociedades se refuercen con políticas de laicidad activa e integradora y de libertad religiosa, cuya base se encuentra en las libertades públicas y en la específica libertad de expresión. Lo “económico” ha marginado a las “filosofías” incluso de los estudios formales. Atravesamos por un profundo cambio de era sin tener clara conciencia y discernimiento de las causas que lo están haciendo posible. Y así van las cosas y así va el mundo de los valores. Más temprano que tarde, con gobiernos de cualquier signo, habrán de introducirse en nuestro sistema educativo y de enseñanza superior elementos de los códigos morales universales que sustenten “filosóficamente” la relaciones ciudadanas (inmigración incluida), así como las relaciones entre Estados.
Las religiones, sobre todo las monoteístas, querámoslo o no, han entrado a formar parte de las políticas de Estado. Toda tentación negacionista y relativista constituiría un paso en falso
Los escenarios de esta guerra asimétrica están dispersos por el mundo. No se trata solamente de “ir y bombardear” a Daesh en sus territorios ocupados (Siria e Iraq). Daesh/yihadismo “está” activo o durmiente en Afganistán, Libia, Túnez, Mali, Nigeria, Francia, Estados Unidos, Canadá, España, Yemen, Rusia, Italia, Holanda, Indonesia…, sin saber a ciencia cierta “en dónde está”. La asimetría de esta nueva modalidad de guerra adquiere proporciones psicológicas incalculables para la ciudadanía. El miedo ha hecho acto de presencia en las llamadas sociedades del bienestar. Las bombas defensivas, la Inteligencia y las estrategias militares “allá lejos” (que es muy cerca) han de ir acompañadas de un “rearme moral” de los ciudadanos que dé consistencia filosófica a nuestros modelos de sociedad y a los otros modelos de otros países no occidentales. Si fue posible la globalización financiera, ¿por qué no habrá de ser viable una convergencia de valores universalmente compartidos? Es preciso buscar denominadores comunes y terrenos de entendimiento a toda la población del Planeta.

Las guerras de Iraq y de Siria conciernen en primer lugar a los países árabes. Ellos deben trazar y consolidar los planes políticos y territoriales para el “después de la guerra“. Son ellos los que, pie a tierra, han de reconquistar el territorio (lo están haciendo) que ha ocupado Daesh. Esas tropas árabes deberían estar integradas por mayorías sunitas. Lo peor que podría ocurrir para “el después de la guerra” es que el Daesh sunita (que ha logrado ser una referencia para una cierta “población civil”) fuera vencido por ejércitos mayoritariamente chiitas, kurdos y alauitas. Arabia Saudí, propagadora del wahabismo, que es la antesala del radicalismo salafista, creó una “Alianza Islámica” contra el terrorismo yihadista. La forman 32 países islámicos, lo que excluye a todos los árabes que no sean musulmanes, así como a Siria, Iraq e Irán. ¿Qué persigue Arabia Saudí con esta operación al margen de la Liga de los Estados Árabes? ¿Operación de “hegemonía” o mecanismo concertado con la “Coalición occidental? Hay que extraer las lecciones de las enseñanzas de la historia reciente de la guerra de Iraq y de Libia: tropas árabes -bajo el paraguas de la Liga Árabe y de la Organización de la Conferencia Islámica- que vayan con “su propia filosofía” y en aggiornamento “ideológico”, apoyadas por los países occidentales desde mar y aire y con fuerzas especiales y mucha Inteligencia coordinada. Cuando se habla de una “gran coalición” contra Daesh que ha puesto en peligro la paz y la seguridad internacionales, no estamos hablando de una “coalición de occidentales”. De ser así, Daesh se multiplicaría como conejos.

Lo peor que podría ocurrir para “el después de la guerra” es que el Daesh sunita fuera vencido por ejércitos mayoritariamente chiitas, kurdos y alauitas
Un trasvase de Daesh se está llevando a cabo, en profundidad, a Libia, hoy Estado fallido con dos gobiernos y dos parlamentos enfrentados. Hoy Daesh se está implantando en la Cirenáica libia, curiosamente cerca de los pozos de petróleo. Ha establecido otra “capital de franquicia califal” en Sirte (ciudad natal del asesinado dictador Gadafi). Y llegan noticias de que “cuadros” del autodenominado Estado islámico Daesh están llegando a esta ciudad. La capital del “Califato” del terror, al-Raqa, que sigue intacta en Siria, tiene, por lo visto, un plan B muy avanzado. Libia, que es otro gran avispero, sería como una avanzadilla para propagar el terror en África (de hecho, ya lo es con Túnez y Egipto particularmente golpeados, así como Nigeria y Mali) y en Europa de la que dista apenas unos kilómetros.

Este último dato me lleva a pensar que la “gran coalición árabe”, con apoyo occidental, tendrá que contar con otro teatro de operaciones, Libia, cuyo territorio, que conocí por profesión y oficio, es de extrema complejidad, no comparable al de Iraq y Siria. Libia es un puerto de salida de emigración clandestina que es urgente controlar. Daesh puede estar -como un negocio más- entre los traficantes de personas. Es un elemento esencial para la erradicación del terrorismo de corte yihadista.

Libia, que es otro gran avispero, sería como una avanzadilla para propagar el terror en África y en Europa de la que dista apenas unos kilómetros
Los modelos alternativos para después de las guerras en Iraq y en Siria tienen que ser “integradores” de la diversidad de minorías que viven en esos países con mayor o menor peso, entre ellas las cristianas. Se ha pagado un alto precio en vidas humanas tras la derrota del imperio otomano y los Acuerdos secretos Sykes-Picot (1916) a los que llegaron Francia y el Reino Unido (con el beneplácito de le Rusia zarista), que se repartieron el Oriente Medio con un trazado de fronteras totalmente artificiales, como artificiales fueron las “dinastías árabes” que inventaron para sucederlos con la creación de Estados-nación conforme al modelo eurocentrista de la época. El reparto fue: para los británicos, Palestina (1920-1948) e Iraq (1920-1932); para los franceses, Siria y Líbano (1923-1946). El trazado de fronteras desde despachos británicos y franceses, además de ser artificial, no tuvo en cuenta a las minorías en general y a las transfronterizas en particular. Además de las mayorías relativas históricas en Iraq y en Siria de chiíes y suníes, siguen estando (aunque muy diezmadas para las guerras) los cristianos, armenios, kurdos, turcomanos, yazidíes, siriacos, alauíes, drusos, palestinos, ismaelíes, duodecimanos. En Líbano: suníes, chiíes, maronitas (cristianos romanos), cristianos ortodoxos griegos, cristianos no maronitas, greco-católicos, drusos, palestinos, armenios y kurdos.

El Daesh ha afirmado que unos de sus objetivos es revertir totalmente la creación de Estados-nación como consecuencia de los Acuerdos Sikes-Picot y que combatirá contra las minorías cristianas, chiíes y contra todos los que no piensen como ellos, incluidos musulmanes suníes (los yihadistas terroristas del Daesh son mayoritariamente suníes).

Se debería imponer un “esfuerzo constitucional federalizador”, de justicia distributiva de los recursos naturales y de equidad, para integrar las identidades de los grupos mayoritarios y de todas las minorías
No cabe mucha duda que tras las guerras en Iraq y en Siria con la derrota territorial del Daesh (que se expande por otras zonas del mundo, sobre todo en África, para seguir con sus planes de terror), la definición de los “nuevos” Estados de Iraq y de Siria corresponderá a las poblaciones que allí han vivido durante siglos y que siguen viviendo. Se debería imponer un “esfuerzo constitucional federalizador”, de justicia distributiva de los recursos naturales –entre ellos, los hidrocarburos- y de equidad, para integrar las identidades de los grupos mayoritarios y de todas las minorías. Con un terreno “neutro”, de consenso, en donde juegue la total libertad religiosa a través de una “laicidad activa e integradora”, bajo el común denominador del respeto de los derechos humanos universales. ¿Estarán a favor de esta tarea los países de la región con pretensiones hegemónicas, como lo son Arabia Saudí, Irán y Turquía, así como los extrarregionales, que identificaría con Rusia, Estados Unidos de América, China y la Unión Europea? ¿Se recurrirá de nuevo a la metodología de áreas de influencia y de negocios -que condujo al desastre-, de nuevos Acuerdos tipo Sykes-Picot, sacrificándose una vez más a las minorías confesionales o con pretensión de identidad nacional, como es el pueblo kurdo, al igual que lo es el palestino? La sola victoria territorial contra Daesh no traerá la solución de una paz estable y duradera en el Oriente Medio.

Europa, Occidente en general y la inmensa mayoría de la población árabe e islámica e Israel se necesitan entre sí para encontrar soluciones in radice -con grandes dosis de educación comparada- a las graves amenazas que con toda razón nos inquietan. No se trata de una cuestión de maquillaje.

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