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Gramática

 

Día de Muertos en Méjico

Montserrat PonsEl tema que hoy nos ocupa es una tradición mestiza a medio camino entre la cultura indígena y la religión católica, nos referimos al Día de Muertos de Méjico, fiesta declarada Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad por la Unesco el 7 de noviembre de 2003 que se celebra los días 1 y 2 de noviembre.

Uno de los principales aspectos que conforman la identidad mejicana como nación es la concepción que se tiene sobre la vida, la muerte y todas las tradiciones y creencias que giran en torno a ellas. Mientras que en otras culturas el fin de la vida representa un momento de terror e incertidumbre, en el país azteca la frase que va de boca en boca durante esos días es: “Llanto y dolor no existen, pues no es motivo de tristeza la visita cordial de los difuntos”.

Uno de los iconos más representativos de esta celebración es el altar de muertos, cuyas raíces se hunden en una tradición indígena ancestral, por una parte, y, por la otra, añade elementos de la orden franciscana, ya que los monjes de dicha congregación fueron los que evangelizaron la Nueva España.

Un rico simbolismo se refleja en los elementos que componen dicho altar, como son las calaveras de dulce, el pan de muerto, las flores de cempasúchitl, el retrato del difunto, la estampa de las ánimas del purgatorio, los cirios de color morado, la cruz, la calabaza, el papel picado, la vara de tejocote, el copal, el agua y, por último, algún plato o alguna bebida alcohólica o trago que eran en vida de agrado del difunto.

Otro componente emblemático de la celebración es la Catrina, personaje creado por José Guadalupe posada en 1910 y pintada por primera vez por Diego Rivera, que representa a los mestizos que trataban de aparentar un alto estatus social llevando prendas a la europea, pero que estaban extremadamente delgados (en los mismos huesos) porque solo se podían permitir comer garbanzos.

La imagen de la Catrina se ha convertido en la imagen mejicana por excelencia de la muerte y a veces se identifica con Cihuacóatl, diosa infernal protectora de los partos, y también con la Llorona, un espectro del folclore hispanoamericano que , tras suicidarse, se presenta como el alma en pena de una indígena que asesinó o perdió a sus hijos y que en su búsqueda sin fin espanta con su llanto a quienes la ven o la oyen.

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