El Torcal- texto

 

El Torcal de Antequera, un paisaje mágico

Fina García Naranjo. A unos cincuenta kilómetros de Málaga, cerca de Antequera, existe un lugar mágico que la naturaleza ha construido a lo largo de miles de años: el Torcal. 

Se trata de un macizo kárstico, es decir, un paisaje que ha sido erosionado por el agua. El Torcal formaba parte de una cordillera que existía bajo un mar que iba desde Cádiz a Alicante en la era Mesozoica, hace unos 200 millones de años. Más tarde este terreno se elevó a la superficie. A partir de ahí comenzó el proceso de erosión que dio lugar a las formas que podemos ver hoy día. Restos de aquel pasado submarino son los abundantes fósiles que se encuentran, como los ammonites, con su característica forma espiral. 

El Torcal está considerado Paraje Natural y Zona Especial para la protección de las Aves. Las figuras extrañas de las rocas formadas por la erosión son impresionantes. Algunas parecen tornillos, sombreros o dados. Cuando miramos hacia otras, nos da la impresión de que se van a caer en cualquier momento. Es un paisaje en el que la imaginación se desata y parece que estamos en un lejano planeta deshabitado o en una película de terror. Entre estas formas hay algunas simas o cuevas verticales que tienen más de 200 metros de profundidad. 

En el Torcal se pueden encontrar especies de animales difíciles de observar juntas en otros lugares. Entre las aves están el buitre leonado, el cernícalo, el águila o el halcón peregrino. De los mamíferos podemos citar a los zorros, las comadrejas, las cabras montesas y los conejos. Y también habitan reptiles entre las piedras: el lagarto ocelado y distintos tipos de víboras y culebras. 

El hombre usó como refugios algunas de las cuevas que se formaron entre las rocas ya desde la época neolítica. Los romanos extrajeron piedras del Torcal para construcciones en la cercana ciudad de Anticaria (Antequera). 

La riqueza botánica no es menos importante. Existen más de 600 especies de plantas, 12 especies de líquenes y 10 de helechos. Hay árboles como encinas, quejigos o arces. Los arbustos y plantas trepadoras crean una simbiosis hermosa con algunas formaciones rocosas.

Y como colofón, cualquier noche despejada los amantes de la astronomía tendrán la posibilidad de contemplar un cielo limpio, plagado de estrellas, del que ya no podemos disfrutar en las ciudades.