El corcho- texto

 

El corcho: la piel de un príncipe 

M.ª José Fernández. Hoy vamos a hablar de un personaje de la aristocracia, el alcornoque (Quercus suber), primo de la reina del bosque mediterráneo, la encina (Quercus ilex), y de su principal aprovechamiento económico: el corcho. Se cría en zonas frescas y húmedas desde el nivel del mar hasta los 1200-1500 metros de altitud. Puede vivir hasta 500 años. Es muy parecido a la encina, sin embargo tiene una importante diferencia, su corteza, su piel, que es muy gruesa y a veces puede medir 15 cms. de grosor. De ella se obtiene el corcho. Cuando se elimina, el tronco del árbol muestra un maravilloso color rojizo muy característico. Linneo no tuvo ningún problema para ponerle nombre científico a este árbol, que ya era conocido por los romanos como suber. Las mayores extensiones en la Península Ibérica se localizan en Andalucía occidental (Cádiz, Málaga, Sevilla y Huelva), Extremadura y Cataluña (Gerona). 

A principios de verano los hombres suben a los montes llevando en muchos casos sus mulos y burros como único medio de transporte. En este momento la corteza pierde agua por el calor y es más fácil separarla del tronco. La extracción, que se realiza cada 8 o doce años, es un trabajo que debe hacerse de forma manual y con mucho cuidado porque puede herir e incluso matar al árbol. Con herramientas especiales, las manos expertas desnudan al árbol como si le quitaran un abrigo. El corcho obtenido se baja a almacenes donde se pesa y clasifica para su posterior venta. Tiene aplicación industrial en la fabricación de tapones, artes de pesca, aislantes sonoros y térmicos, calzado, decoración… Su fruto, la bellota, es fundamental en la cría del cerdo ibérico. 

La pela o la saca del corcho es un magnífico ejemplo de desarrollo sostenible. Mantiene un oficio tradicional especializado y se obtiene un material de excelente calidad, insustituible. Representa un recurso natural que el bosque ofrece de forma generosa, sin grandes cuidados e inversiones. Lo único que necesita es respeto y protección. Tenemos el privilegio de vivir muy cerca de los pocos espacios del mundo que mantiene este ecosistema, la última selva mediterránea. 

Cuando abra una botella de vino y coja el tapón, recuerde que tiene entre sus dedos un trozo de la piel de un príncipe.