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Evaristo Guerra, la luz de la Axarquía

Purificación Zayas. William Blake solía decir que podemos ver el infinito en un grano de arena, y la eternidad en una flor. En realidad, basta un simple momento de armonía interior para que tal cosa suceda. El gran problema radica en que casi nunca nos permitimos alcanzar ese estado, la conciencia del presente en toda su gloria. En ocasiones, se nos presenta de manera completamente casual. Estás caminando por la calle, te sientas en determinado lugar, y de repente el universo entero está allí. Entonces una emoción te embarga el pecho, sientes unas inmensas ganas de llorar. Sabes que estás comprendiendo algo, aunque no consigues explicártelo ni a ti mismo.

Esa es la sensación cuando se admira un cuadro de Evaristo Guerra. ¿Cómo puede encerrarse toda la esencia de un lugar en una pintura? ¿Cómo quedan atrapados en la paleta del pintor el alma de los campos de la Axarquía? Adelaida de la Calle dijo de su pintura que al contemplarla vemos pasar la vida ante nosotros serena, luminosa y geométrica. “Podemos ver árboles que parpadean al sol sin que el aire llegue a estremecerlos”. Admirando su gran proyecto, "la Ermita de cristal" de la Virgen de los Remedios en el Cerro de San Cristóbal de Vélez Málaga nos llegan monumentos y oficios tradicionales que ya pertenecen a la memoria. Es una gran obra que necesitó de doce años de trabajo donde Guerra pintó 1.150 metros cuadrados de paredes, lo que la convierte en el templo de España con más superficie pintada por un solo artista, y la sitúa por encima, incluso, de la Capilla Sixtina del Vaticano, en la que Miguel Ángel cubrió en torno a 850 metros cuadrados.

En esta época de redes sociales y ciberespacio en la cual somos capaces de contemplar sin espanto viajes interplanetarios y clonajes de seres vivos, no debemos olvidar que el origen de la vida, su esencia, se encuentra en la tierra, en cada árbol plantado, en la semilla que da fruto, que proporciona alimento y cobijo, que conecta cielo y tierra. Evaristo lo sabe y tiene la valentía de hacer realidad su sueño de luz, serenidad y color. Ojalá fuéramos capaces todos de sumergirnos igualmente en lo más íntimo de nuestro ser en busca de antiguos sueños y deseos olvidados. Citando de nuevo a Adelaida de la Calle, “plantar un árbol es participar en la creación divina, pintarlo es completar el alma del mundo”.

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