Miguel Delibes de Castro, considerado por sus mentores como el promotor del nacimiento y desarrollo en España de la Biología de la Conservación, ha sido nombrado hoy doctor honoris causa por la Universidad de Málaga, en un acto celebrado en el Rectorado.

Apadrinado por el catedrático de Zoología de la UMA Juan Mario Vargas, el homenajeado recibió los elementos que le acreditan con tal honor -el título, el birrete, los guantes, el Libro de la Ciencia y el anillo- de manos de la rectora, Adelaida de la Calle. Asistieron a la ceremonia representantes institucionales y estudiosos relacionados con el mundo de la Biología y la Ciencia animal.

El nuevo miembro del Claustro de la Universidad de Málaga es un referente de la investigación. Durante ocho años (1988-1996) dirigió la Estación Biológica de Doñana y está considerado como la máxima autoridad mundial en el lince ibérico, sobre el que versó su tesis doctoral.

El profesor Vargas trazó una entrañable laudatio, fruto de la estrecha colaboración que Miguel Delibes de Castro mantiene con la Facultad de Ciencias de Málaga desde los inicios de ésta, cuando aún no su sede no estaba en Teatinos, sino en La Misericordia. “Si Miguel Delibes hubiera nacido en el Renacimiento, tal vez hoy lo catalogaríamos como uno de aquellos humanistas que contribuyó a mover el mundo occidental con la palanca de su obra”, resumió, al tiempo que desveló el “secreto” de la brillante trayectoria del nuevo honoris causa: “seguir siendo un infatigable aprendiz” que se esconde bajo la apariencia de “un hombre sencillo que transita por la vida con los sentidos alerta, cuaderno en mano, anotando con su letra menuda lo que a otros nos pasa desapercibido”.

Reserva Biológica
Delibes ostenta en la actualidad la presidencia del Consejo de Participación de Doñana, parque natural al que llegó de la mano de José Antonio Valverde, fundador de la reserva biológica, en 1964. “Castellano de origen, vallisoletano de cuna, andaluz de adopción y universal de vocación”, según lo definió en la ceremonia su padrino.

Hijo del prestigioso escritor Miguel Delibes, (“al que todos considerábamos un escritor que cazaba hasta que él mismo nos sacó del error autodefiniéndose como un cazador que escribía”), fue su progenitor el que despertó en él un diálogo permanente con la naturaleza y la Biología. Primero con la caza, “si bien esta primigenia vocación cinegética dejó paso a otras inquietudes naturalistas que le hicieron cambiar definitivamente la escopeta y la canana por los prismáticos y el cuaderno de campo”, según relató el profesor Vargas.

“Más que un proceso evolutivo saltacionista fue un tránsito gradual, si bien el hito que puso de manifiesto su irreversibilidad hizo crisis el día que abandonó una mano de perdices en predios pucelanos para enfrascarse en la recogida de unas egagrópilas de mochuelo al pie de unas tapias, con el consiguiente enfado y reprimenda paternos”, prosiguió.

Los inicios profesionales del doctorando estuvieron ligados a Félix Rodríguez de la Fuente, de cuyo equipo redactor del proyecto Fauna Ibérica formó parte. Posteriormente se integró en Doñana. “Desde entonces lo que hoy es crónica y algún día se convertirá en historia testimonia la mutua fidelidad que ambos –Doñana y él- se han profesado, hasta el punto de que paisaje y figura componen un binomio inquebrantable”, prosiguió el padrino.

Allí, junto a otros jóvenes y entusiastas investigadores “que se adelantaron a su tiempo”, consiguió que la Estación Biológica, inicialmente dedicada a la investigación, conservación y difusión del patrimonio natural de Doñana, se convirtiera en un centro de investigación aplicada pionero en una actividad que años más tarde fue bautizada como Biología de la Conservación.

En cuanto a su relación con la Facultad de Ciencias de Málaga, comenzó en un curso de mamíferos organizado por el Departamento de Zoología. “Desde entonces, siempre que se le ha requerido, ha atendido desinteresadamente todas y cada una de las invitaciones”, señaló Mario Vargas. Al cabo de unos años el proyecto que formalmente le integró en la UMA fue la gestación y posterior creación de3 la Sociedad Española para la Conservación y Estudio de los Mamíferos (SECEM), próximo a celebrar sus bodas de plata.

Delibes
Esta vinculación también fue recordada por el propio doctorando, que achacó a “la bondad intrínseca del humano como mamífero que vive en sociedad, esa disposición a hermanarse”, el hecho de que Málaga “me regale hoy, a través de su Universidad, este preciado honor”. Porque Málaga, según sus palabras, “ya me había dado mucho, más que yo a ella. Principalmente por Álora y la SECEM”.

Álora, porque es la tierra de un ‘perote’ amigo suyo, Juan Calderón, también naturalista de afición, fascinado por Rodríguez de la Fuente como él y el que le enseñó, entre otros lugares, el Chorro, el Desfiladero de los Gaitanes y el Caminito del Rey, que recorrieron en pos de su afición a la cetrería.

Semana Santa, verdiales, malagueñas, gastronomía… al final del año 72, fecha de creación de la UMA, Delibes se trasladó a vivir a Andalucía y a trabajar con colegas de la UMA, lo que le lleva a afirmar que “la Sociedad para la Conservación el Estudio de los Mamíferos no puede entenderse, ni existiría, sin la Universidad de Málaga y, en particular, sin el Departamento de Biología Animal de la Facultad de Ciencias”.

Luego llegó su asistencia al primer anillamiento de flamencos en Fuentedepiedra y su conexión con el profesor que hoy trazó su laudatio, Mario Vargas, “un magnífico investigador y un gran profesor, tal y como lo acreditan sus alumnos, y también mi hijo Miguel, que disfrutó con él, en esta Universidad, de un contrato postdoctoral”.

Comenzó su discurso Delibes de Castro hablando de ‘insectos sociales” para llegar a afirmar que “la esencia de la vida en grupo es la cooperación”.

Y concluyó diciendo: “Termino como empecé. Este nombramiento me hace feliz, no tanto porque me considere importante, sino porque me siento querido”.

Por su parte, Adelaida de la Calle, saludó al nuevo miembro del Claustro con “la admiración que se le debe al científico. Al formador de investigadores. También con el afecto que ha cultivado en sus discípulos y en sus colaboradores del Departamento de Biología Animal de la Facultad de Ciencias”, a la que la propia rectora pertenece.

Recordó su trayectoria, que no siempre fue fácil “en una sociedad lenta de reflejos y no concienciada” y mencionó el libro que redactaron al alimón los dos Miguel Delibes, el escritor y el biólogo, llamado ‘La tierra herida’. “Era más que un libro, Era una advertencia, un alegato que, ya en la portada, denunciaba la indefensión”.

No desaprovechó la rectora la oportunidad de lamentarse por la situación de la investigación en estos momentos de crisis, para lo que recurrió a los ecosistemas. “Las especies –dijo- son como paraguas. A su sombra nos permiten luchar por la conservación de ecosistemas completos. A veces me he preguntado si estas palabras de Miguel Delibes no van más allá y son aplicables al mundo de la investigación. Porque el investigador necesita también su propio ecosistema”.

“Como decía el profesor Delibes, antes, en nuestra época de becario, no nos importaba demasiado el futuro, porque estábamos seguros de que después… algo encontraríamos”. “La triste paradoja es que ahora que hemos conseguido gente bien formada  nuestros investigadores no encuentran aquí el entorno adecuado, el ecosistema en el que pueden vivir. Y emigran sin tener comprado el billete de vuelta”.

No obstante, la rectora, que se declara optimista por naturaleza, confía en el futuro. “Ahora tenemos herramientas nuevas. Cada gobierno dedica un Ministerio al medio ambiente, una carrera larga en la que, pese a todo, no podemos dejar de correr”.