FORO PARA LA PAZ EN EL MEDITERRÁNEO

¿Gobierno de Unión Nacional?

Por Francisco J. Carrillo Montesinos, Académico correspondiente de la Real Academia de Ciencias morales y Políticas y miembro del Foro para la paz en el Mediterráneo.

Si se observa a España desde la Estación Espacial, y a esa España formando parte del mundo mundial, el debate y las negociaciones para formar el Gobierno de la nación se simplificaría considerablemente. Cierto es que ésta es la opinión de un soñador que, colocado a esas alturas interestelares, le acusarían de estar en la Luna. Pero quizá en nuestro caso, el método de Bertold Brecht que aplicó al teatro, la «distanciación» entre público y actores, permitiría mejor apreciar la obra y su representación, y mejor participar en ella. Desde esa posición, y a tenor de los acontecimientos poselectorales, podrían identificarse cuatro elementos relevantes: el interés general matizado con muchas dosis del bien común, la voluntad de tener como referencia permanente al pleno empleo, los profundos ajustes al sistema productivo (la reindustrialización) como condición del crecimiento, y el contexto de «Cuarta Guerra Mundial fragmentada», como calificó el Papa Francisco a la proliferación de acciones de terrorismo yihadista. ¿Serían suficientes estos cuatro elementos para elaborar un programa común sobre el que formar un gobierno de unidad nacional? Evidentemente quedando a salvo, como cuestión previa, la unidad constitucional de España en su diversidad, prevista en la Constitución vigente de 1978.
De lo hasta aquí dicho, y dada la gravedad de los elementos citados, sería preciso que los partidos políticos constitucionales se pusieran a la tarea para aportar, cada uno, partes cualificadas de sus programas respectivos para diseñar, que no yuxtaponer, un programa de gobierno de unión nacional en el que participarían. Sindicatos y Patronal deberían apoyar a ese gobierno de unidad nacional. España no puede permitirse ser gobernada por un gobierno en funciones ad calendas grecas, máxime si entra en juego un nuevo proceso electoral para resolver la situación de desacuerdos partidistas y que probablemente no resolvería nada. España no está inmune, por arte de magia, de los graves peligros que amenazan la paz y la seguridad internacionales. El yihadismo terrorista podría llegar a agravar la situación y abrir brechas considerables en la estabilidad tan necesaria para una buena gobernanza del país. Naturalmente no me estoy refiriendo a alternativas ‘frentistas’ de gobierno sino a una alternativa transitoria de ‘unión nacional’. Este gobierno de unión nacional debería estar dotado de poderes extraordinarios durante un periodo de tiempo necesario para regenerar la vida política, social y económica de la ciudadanía y para mejor protegerla de la amenaza del terrorismo yihadista con pretensiones universales. Fenómeno este de extrema gravedad prevista en el Pacto Antiterrorista. Habida cuenta de la situación global, ese Pacto Antiterrorista sería más eficaz si se ejecutara por un gobierno de amplio espectro, de ‘unidad’, y no solamente por un gobierno monocolor o bicolor, con apoyos exteriores de las fuerzas políticas que en él no participasen, sean o no sean parlamentarias.
El presidente Hollande, tras el horror de los atentados yihadistas en París, afirmó que se «está en guerra» (pero asimétrica). Todos los países europeos, Estados Unidos, Canadá, etc., han elevado las cotas de riesgo. Para recibir el nuevo año, Bélgica suprimió todas las festividades y aglomeraciones públicas; París suprimió los fuegos artificiales y estableció un rígido control en los Campos Elíseos; España lo ha hecho con la Puerta del Sol, Nueva York con Times Square, incluso Mali y otros países musulmanes. Ya no se trata de unas amenazas puntuales contra un país, sino que estamos ante una amenaza mundial con sistemas operativos «invisibles», en donde el suicidio está estrechamente vinculado a la propagación del terror. Este elemento de los cuatro más arriba mencionados toma una dimensión de tal envergadura que puede llegar a condicionar la estabilidad de uno o de varios países simultáneamente, poniendo en peligro el interés general matizado profundamente por el bien común, los objetivos a medio y largo plazo del pleno empleo, la regeneración y los reajustes necesarios para el crecimiento y la reindustrialización de España por la incidencias que podría tener en los flujos financieros globalizados y en los objetivos de gasto público (ya que las Fuerzas Armadas y de Seguridad verían aumentar sus presupuestos y sus dotaciones para ser eficaces en esta «guerra asimétrica»).
Podríamos recurrir al histórico dilema de ‘utopía o barbarie’. En la utopía razonable se incluye a ese ‘gobierno de unidad nacional y constitucional’; en la ‘barbarie’. al terrorismo globalizado que han creado las condiciones objetivas para la que fue calificada por el Papa-obispo de Roma como ‘Cuarta Guerra Mundial fragmentalizada’. Y España no es una fortaleza inexpugnable. El toque de atención tiene que ir de la mano del toque a la responsabilidad compartida en un gobierno fuerte y de unión. Ocultar la gravedad de la situación por luchas taifas por el poder y privilegiar la relación de fuerzas según la aritmética parlamentaria podría ser válido en un estado de bonanza democrática. Pero hoy la democracia está abiertamente desafiada por el yihadismo terrorista mundial, que hay que excluirlo de toda negociación porque no la admite. No olvidemos que la ‘unión hace la fuerza’ y revivifica la referencia a los valores que la justifican.

Columna publicada en Tribuna del Sur de Málaga el 14.01.2016

Diario Sur 14.01.2016

 

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