FORO PARA LA PAZ EN EL MEDITERRÁNEO

LAS INVASIONES SOBRE EUROPA, ¿ESTAMOS FRENTE A LA ÚLTIMA DE ELLAS?

01 de Febrero de 2016
F. Javier Blasco; Coronel en la Reserva

Mucho se ha escrito y hablado sobre las diversas invasiones que ha sufrido el llamado Viejo Continente a lo largo de la historia conocida. Las hemos tenido de todo tipo y desde casi todos los puntos cardinales que pueda marcar la Rosa de los Vientos. Hemos sido un polo de atracción de aquellos que nos han querido dominar por nuestras riquezas, prosperidad o simplemente para explotarnos o destrozar nuestros sistemas y formas de gobierno.
La mayoría de las invasiones que hemos sufrido han dado origen a todo tipo de cambios en diversos aspectos, militares, políticos, religiosos, culturales y hasta sociales. La mayoría de ellas se han basado y llegado a nosotros por una serie de actos cruentos que han costado muchas vidas y persecuciones a los habitantes del viejo solar. Algunas han llegado a perdurar siglos y bastantes de las partes ocupadas por ellas jamás se han llegado a recuperar totalmente de sus heridas o consecuencias más o menos duraderas en el tiempo por los arraigos que han inculcado en la transformación de sus costumbres y modos de vida.
Nuestra cultura ha sido el resultado de una fusión de todas ellas en el gran crisol del espacio y el tiempo y por ello le debemos a cada una de ellas muchas de las cosas que hoy mostramos como propias y sin sello de procedencia. Siempre hemos resistido y al final, con muchas y nunca pocas heridas. Miles de ellas aún sin cicatrizar definitivamente; pero, a pesar de ello, hemos sido capaces de levantar de nuevo los cimientos y reconstruir una y otra vez nuestros solares patrios, solos o apoyándonos los unos en los otros.
Otras veces, quizás las más terroríficas, no hemos precisado de invasiones externas para enzarzarnos entre nosotros en guerras cruentas que han pasado a la historia con el sobrenombre de Grandes Guerras o Guerras Mundiales. Ya tuvimos precedentes de ello siglos atrás, pero al parecer, no sirvieron de lección o nuestro aprendizaje sobre aquellas fue corto y nimio.
Tras setenta años de paz aunque bajo ciertas presiones y en una especie de calma relativamente tensa, hemos sido capaces de resistirnos a cruentas invasiones externas, aprendimos la lección y ya durante ese extenso periodo de tiempo hemos sido capaces de no caer en guerras fratricidas entre nosotros. Nos dotamos de sistemas políticos y económicos para mejorar nuestras finanzas y nuestro nivel de vida en general; igualmente decidimos la creación de determinadas alianzas militares para protegernos colectivamente o, al menos disuadir, a distintas amenazas externas que pudieran estar al acecho e, incluso, logramos la desaparición de la URSS tras la caída del telón de Acero con la subsiguiente reunificación de Alemania y la proclamación en libertad de los países de la Europa del Este.
Todo apuntaba que habíamos llegado a un punto de consenso generalizado en el que ahora era el tiempo de pensar en el bienestar social individual y colectivo, en extender aún más si cabe nuestros derechos y libertades y en ser motivo de la envidia del resto de continentes que no quieren o no aciertan en poner en marcha la maquinaria adecuada para lograr nuestro mismo nivel de privilegios, garantías y libertades.
Esta situación de bonanza nos llevó a la apertura a otros brazos necesarios para continuar con el sostenimiento de nuestro sistema establecido. No se precisamente si lo que abrió las puertas al exterior se debió a la necesidad de mano de obra barata, a cubrir una fertilidad que nosotros nos negábamos paulatinamente a ejercitar o simplemente una gran dejadez por nuestra parte.
Nada nos podía pasar, todo estaba bajo control; la simple apertura de nuestras ciudades al emigrante extranjero nos suponía una garantía de continuidad en las exigencias futuras de los ciudadanos. Creíamos, malamente creído, que aquellos a los que, en su día, sus ancestros fueron expulsado de Europa bajo la presión de las armas, llegarían ahora a integrarse pacíficamente e incluso, incorporarse en pocos años, a nuestro sistema de vida social y cultural. Que errados estábamos, ¿cómo no supimos ver lo que podría ocurrir?
Ahora nos encontramos ante un problema de tremendas dimensiones. Podemos asegurar que existe una conjunción o confluencia de factores internos debidamente manipulados que son fruto de una premeditación y un planeamiento meticuloso y que están impulsados por diversos factores externos. Ante estas actuaciones debemos denunciar sobre todo, la falta de previsión y de análisis de aquellos que estando debidamente instalados en el otero de la situación no fueron capaces de ver formarse las diferentes tormentas de aparente poca intensidad y de prever que su posible llegada al unísono y en conjunción podría ser el origen de una Tormenta Perfecta de incalculables consecuencias.


Muchos de los países que nos odiaban por nuestras felonías como colonizadores o por posteriores presiones, embargos o medidas cautelares (Irán), se han tomado la revancha costeando el establecimiento y la expansión de movimientos políticos populistas en diversos países europeos del Mediterráneo para hacer caer a gobiernos que llevaban un buen rumbo para convertirles en rémoras para Europa y sus instituciones.
Nos debemos enfrentar con verdadera decisión a los problemas derivados de la estrechez de miras de algunos partidos políticos y de sus dirigentes que, por alcanzar un poder que les niegan las urnas, son capaces de venderse al mejor postor sin pensar en sus consecuencias.
El número de inmigrantes en Europa ha venido creciendo exponencialmente en los últimos treinta años por causas económicas y de seguridad social. Llevamos muchos años acogiendo e incluso propiciando la venida de migrantes creando inclusive una especie de dependencia mutua. Se les ha ido permitiendo una profunda invasión, que no integración, en nuestros territorios y ciudades, pasando de los que inicialmente pudieran ser considerados como guetos hasta llegar a ocupar urbes casi enteras, como el centro de Bruselas y algunas otras más.
Por otro lado, nuestras leyes tremendamente permisivas y universales se han ido transformando en mucho más atrayentes aún a sabiendas de que ese sistema es totalmente impagable a muy corto plazo.
Estaba claro que determinados conflictos políticos en el flaco sur de Europa iban a terminar en guerras aplaudidas, amparadas, apoyadas o como mínimo consentidas por Europa, con lo que aumentaría el tremendo odio que hemos sembrado durante siglos en las llamadas colonias o zonas dominadas. Odio que debe ser adecuadamente aumentado por el hecho de que nuestra fe e historia, aunque en franco desuso, están basadas en los fundamentos del cristianismo.
Vimos llegar, asentarse y crecer al autodenominado Estado Islámico y no reaccionamos adecuadamente en modo y manera ante sus invasiones territoriales, crueles formas de hacer su guerra y las graves represalias que adoptaron frente a los que se les oponen. No se le ha combatido como debía haberse hecho desde para impedir su crecimiento al amparo y bajo la financiación de ciertos países que aparentando ser amigos, nos odian profundamente.
Como consecuencia de los casos anteriores, millones de personas al ser reprimidas o perseguidas por las guerras o por movimientos políticos y religiosos intransigentes se ven obligados a partir en busca de seguridad más pronto que tarde. Y como era de esperar, estas personas acudirán en masa hacia donde, en razón de sus referencias personales o familiares, saben que es factible encontrar un, relativamente, buen trabajo, cierto acomodo y muchas, muchas más ventajas económicas, políticas y sociales de las que nunca hayan podido soñar.
Hemos consentido que se establecieran diversas rutas de arribada a Europa por la ausencia de las necesarias medidas de seguridad y control que pudieran evitar que estas fueran manejadas por las mafias y al antojo de países o movimientos con intereses espurios o en busca de mayores beneficios en función de que muestren o no un determinado “interés” en beneficio de Europa (Turquía y Libia).
La porosidad de nuestras fronteras exteriores y la falta de una legislación adecuada así como de una potente fuerza de control de las mismas han favorecido la entrada masiva e incontrolada de emigrantes y refugiados al unísono en Europa por determinados puntos estratégicos. Cosa que ha creado el caos, el descontento y las rehencillas tanto en países europeos como en sus limítrofes.
La buena voluntad y gran bondad de las leyes internacionales sobre los derechos de los refugiados han sido explotadas al máximo por grupos mafiosos y de trata de seres humanos hasta límites insospechados impidiendo que se tomen medidas coherentes y apropiadas y así hemos llegado en menos de un año a más de un millón de refugiados sin control por Europa y al secuestro y trata de más de 10.000 niños indefensos o perdidos.
Países europeos como Grecia, pasto de los populismos, han mostrado su incapacidad para aplicar las leyes europeas sobre inmigración y para proteger las fronteras comunes de la Unión favoreciendo el tránsito indiscriminado de las personas hacia el centro y norte de Europa.
Para más inri, en los últimos veinte años, Europa se ha plagado de mezquitas en las que, en muchas de ellas y según informes policiales, se predica el odio a Europa y los europeos en lo referente a las personas, nuestra cultura así como sobre nuestros usos y costumbres.
Determinadas células terroristas dependientes del mencionado Estado Islámico han aprovechado las avalanchas incontroladas de migrantes y refugiados para introducirse en Europa y, una vez traspasadas sus fronteras externas, han podido moverse con total impunidad al cobijo de las leyes que rigen y facilitan los movimientos internos de los ciudadanos europeos. Esta falta de control, hace mucho más difícil la actuación policial para evitar la perpetración de atentados terroristas como los ya ocurridos en varias capitales europeas y puede provocar que estas garantías sean suprimidas incluso para nosotros.
Países, como Rusia, a los que no les gustan los problemas en territorios vecinos a sus confines, pero si alientan el desconcierto y la desunión europea, favorecen con determinadas acciones políticas y militares en diversos puntos de tensión el aumento de las presiones sobre los dirigentes europeos. Esto les viene bien para crear la desunión europea y no tener que enfrentarse a un enemigo común y fuertemente cohesionado contra sus propias felonías.
EEUU cansado ya de sufrir desplantes de una Europa envalentonada y cada vez más exigente en sus reivindicaciones de libertades e independencia en materias de política y economía, ha decidido ir levando anclas y retirando las escalerillas que le unían a este territorio. Además, sus propias necesidades y determinados cambios en su geoestratégia así se lo aconsejan, por lo que parece ser que ha llegado el momento en el que debemos ejercer nuestra tantas veces reivindicada mayoría de edad e independencia o con muy poca asistencia por su parte.
Por último, pero no menos importante, nuestro primo cercano, que no hermano, el Reino Unido, quizá mucho mejor informado que el resto de sus colegas europeos o más consciente de los hechos, a la vista de lo que se nos viene encima a todos, ha decido separarse de los escaso lazos que le enlazan a la Unión Europea y regirse con propias leyes en materias tan trascedentes como lo pueden ser las exigencias y derechos de los migrantes dentro de sus fronteras. Esta desconexión, si se produce, creará una mayor debilidad a la Unión en su conjunto.
De la lectura pausada de todas las posibles causas, problemas, movimientos internos y apoyos externos expuestos, podemos deducir que no todos ellos tienen una conexión u origen común. Aunque algunos si lo pudieran tener, otros surgieron para preparar el camino de determinados eventos o son consecuencias o derivaciones de los anteriores. Solo faltaba que alguno o algunos dieran el correspondiente empujón en las direcciones más convenientes para que, así, el asalto al utópico “inexpugnable castillo” fuera mucho más fácil de lo esperado.
Puede que sea un poco tarde pero Europa, como en todas las ocasiones anteriores, debe reaccionar a esta invasión externa que pretende romper de forma silenciosa y sin guerras nuestro sistema establecido, cambiar los procedimientos económicos y políticos por los que nos regimos y convertir a la Unión en una tremenda desunión en la que volvamos, de nuevo a echarnos los trastos los unos a los otros utilizando a los refugiados como arma arrojadiza al ser ellos parte real del problema o el medio visible empleado para la nueva invasión que afrontamos.
Concluyo afirmando, que sí, que estamos ante una nueva invasión sobre Europa, que los procedimientos y estrategias empleadas son totalmente nuevas, que nos han pillado, otra vez desprevenidos y que debemos estar dispuestos para la reacción colectiva y luchar contra el nuevo invasor, del que a pesar de conocer algunos de sus combatientes, no todos los protagonistas están al descubierto. Empecemos por identificar el problema y afanémonos en ir combatiendo sin resuello cada una de sus líneas de acción. Que los refugiados, al igual que los árboles no nos impidan ver la auténtica frondosidad del bosque. Empecemos por aquellos elementos coadyuvantes que más daño nos puedan hacer y que ya están actuando entre y contra nosotros.
Habrá que actuar con determinación sobre los denominados refugiados para separar el nocivo polvo de la buena paja. Actuar con rectitud y de acuerdo con la Ley internacional, teniendo siempre en mente, que el mejor camino para evitar los refugiados es acabar cuanto antes con las causas que los motivan e impulsan fuera de sus casas.
Es en estos momentos cuando puede que vuelva a entrar en valor parte de la historia del extinto Regimiento de Infantería Simancas nº 4 que, habiendo nacido en 1571 para repeler la invasión turco-otomana, tras largas vicisitudes y con ocasión de la Guerra Civil española interviene en 1936 en la heroica defensa del Cuartel Simancas (Gijón) donde, estando sólo apoyado por el fuego artillero del crucero Almirante Cervera desde la mar, resiste en sus instalaciones hasta que el enemigo, en abrumadora mayoría, entra a ocupar el cuartel. Es en ese momento, cuando el posteriormente laureado Coronel Jefe del Regimiento, D. Antonio Pinilla, dicta la orden al Cervera “El enemigo está dentro, tirad contra nosotros”. Orden que rezó desde entonces en su Escudo de Armas hasta su disolución definitiva en 1965 (1)

(1): El extinto Regimiento Simancas nº 4 tuvo sus orígenes en la necesidad de preparar las fuerzas suficientes, para oponerse a la amenaza turca del siglo XVI y más concretamente, para formar parte en la escuadra cristiana en la Batalla de Lepanto con el nombre de “Tercio Viejo de la Armada del Mar Océano de Infantería Napolitana”.

http://www.oocities.org/Pentagon/8745/infanteria/4.htm

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