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Cervantes, un superviviente nato

Por Antonio Paniagua


El escritor tuvo una vida accidentada, aunque se sobrepuso y no acabó amargado.
MADRID. Miguel de Cervantes tuvo una vida azarosa. Hombre de armas y letras, fue un superviviente nato. Salió airoso de un secuestro, conoció lo que era la vida en presidio y, como Alonso Quijano, su hidalguía se traducía en una parca hacienda. Pero estas penalidades no le convirtieron en un renegado. Jordi Gracia, profesor de la Universidad de Barcelona y ensayista, cree que el mérito del autor de ‘El Quijote’ es combinar la ironía y la desacralización de las certezas dogmáticas. «Las verdades limpias, puras e impolutas desaparecen del horizonte de un señor de sesenta años que sabe perfectamente que casi todo tiene dos caras, lo cual no quiere decir que se convierta en un cínico ni en un relativista radical. Cervantes reeduca sus convicciones y las hace racionales», dice Gracia, que acaba de publicar ‘Miguel de Cervantes. La conquista de la ironía’ (Taurus).
Nacido en Alcalá de Henares en 1547, Cervantes fue soldado por «vocación y convicción» en Lepanto, intentó escapar cinco veces de Argel después de ser capturado por piratas berberiscos, ejerció de comisario de abastos para requisar el trigo y el aceite que necesitaba la Armada y fue recaudador de impuestos para la Hacienda pública durante diez interminables años.
Son sólo algunos de los hitos que jalonan la vida de un Cervantes que buscó a toda costa la seguridad económica que le reportaría un empleo en las Indias. El sol en Andalucía era cruel. Y su trabajo como comisario de abastos le llevaba a frecuentes y agotadoras peleas con los concejos municipales. Pero ese errar por tierras andaluzas fue providencial, pues allí conoció a gentes de toda laya que luego saldrían magistralmente retratadas en sus libros. «Se interesa por ámbitos sociales que no pertenecen a la literatura: gentes del hampa, ladronzuelos, golfos, putas, presidiarios y gamberros, que son los que dan esa alegría a la literatura de Cervantes en ‘El Quijote’ y también, por supuesto, en las ‘Novelas ejemplares’. Recrea a esos personajes con simpatía, sin voluntad de sermonear».
Como cautivo en Argel, Cervantes llevó a cabo cinco tentativas de fuga. ¿Cómo es que no recibió entonces ningún castigo severo ni fue asesinado? Algunos invocan la hipótesis de que el escritor yació con algún mandatario turco para sobrevivir. Tal conjetura es descabellada para el experto. «¿Quién iba a acostarse con un señor de treinta tantos años con la mano averiada y fea, cuando lo podía hacer con niños y chavales, que para eso eran secuestrados?».

Según el cervantista, había razones más plausibles para entender por qué Cervantes no fue empalado como muchos otros. Gracia arguye que Cervantes valía más vivo que muerto, pues por su rescate podían sacarse 500 ducados. «Matarle hubiera sido un negocio ruinoso», arguye el profesor. Aunque Cervantes no era hombre de posibles, los piratas sí le tenían por caballero. Cuando fue capturado llevaba sendas cartas de recomendación de dos ilustres nobles: don Juan de Austria y el duque de Sesa y Terranova, virrey de Sicilia. Una circunstancia que hizo pensar a los berberiscos que habían atrapado a un hombre de familia adinerada. Pero además hay que tener en cuenta el predicamento del autor de ‘El Quijote’ entre los otros rehenes. «Cervantes se había ganado el respeto de los caballeros de verdad. Asesinarle hubiera podido causar una sublevación entre los otros cautivos, que entenderían el crimen como una monumental injusticia».

Pese a la frialdad con que recibieron las gentes de postín ‘El Quijote’, el libro fue un ‘best seller’ en su época. En solo un año se hicieron tres ediciones, y dos clandestinas.

«Ideales redentores»

¿Fue Cervantes un hombre bronco? A juicio de Gracia, era «pugnaz y peleón». A los 20 años, en 1569, el escritor hirió con la espada a un maestro de obras y las autoridades emitieron una orden para prenderle. No se sabe con certeza qué ocurrió, pero probablemente huyera a Italia para enrolarse en los Tercios. Formaba parte de lo habitual que las familias con pocos recursos entregaran a sus hijos a la soldadesca.

Como hombre de su tiempo y servidor de Felipe II, el de Alcalá de Henares estaba convencido de las vilezas del «turco infiel» y «el perro moro». Esos ardores se atemperaron con la madurez y la vejez. «Ve que la realidad no tiene nada que ver con los ideales redentores, ni con el Imperio con mayúsculas».

Con 37 años se casó con Catalina de Salazar, a quien casi doblaba la edad. Con 19 años, Catalina era una muchacha que había quedado huérfana de padre y que tenía algunas propiedades en Esquivias, un pequeño pueblo de Toledo. Es indudable que Cervantes contrajo matrimonio para mejorar su posición social. Meses antes había tenido una hija, Isabel, fruto probablemente de un encuentro sexual con una tabernera. «Apenas unos meses después de nacer la niña él se casa con Catalina, a la que acaba de conocer. Lo normal era que los señores, cuando alcanzaban la madurez y llegaban a la cuarentena se casaran con chicas de 15, 16 o 17 años. Cervantes es uno más».

La Rioja, 17 de abril de 2016

Diario Sur. Cultura y sociedad, de 17.04.2016

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