La procesión salió a las 11 de la mañana desde el Patronato, una de las barriadas más antiguas del pueblo. La imagen de San Juan, que se trasladaba en una carreta de bueyes, se dirigió hacia uno de los lugares más importantes, la Iglesia de la Inmaculada Concepción, donde recibió la bendición del párroco.

Los romeros que encabezaban la comitiva iban a caballo. La mayoría, cumpliendo con el protocolo, vestían el tradicional traje corto, con pantalón, chaleco y chaquetilla, camisa blanca y fajín rojo, sin olvidar el sombrero cordobés.

Había pocas mujeres entre los caballistas, algunas acompañaban al jinete sentadas graciosamente en la grupa de sus caballos, que también iban engalanados luciendo un pelo bien cepillado y brillante, elegantes cabezadas, mantas y lazos de colores y trenzas en las crines o las colas.

Las diversas agrupaciones que seguían la procesión a pie inundaron todo el recorrido de luz, color y alegría. Al llegar a su destino, el recinto ferial del Parque de la Paloma, se reunieron con amigos y familiares para dar comienzo a la fiesta.

El cante y baile flamenco acompañó toda la jornada festiva, en la que no faltaron productos típicos como la sangría, los pinchitos, la paella y las brevas de San Juan; este es un dulce tradicional de estas fiestas hecho con un suave bizcocho, relleno de crema de vainilla y bañado con chocolate negro, con forma de breva, que es el primer fruto de la higuera.

Cada año son más los vecinos y visitantes que se acercan a disfrutar de la belleza de los caballos y carretas de la Romería de San Juan y de la alegría que transmiten sus romeros.

Paloma García Gálvez, alcaldesa de Benalmádena, animó a todos formar parte de “un acontecimiento único y singular que nos define como pueblo amante de su cultura y de sus tradiciones más arraigadas”.