FORO PARA LA PAZ EN EL MEDITERRÁNEO

Rusia: guerra fría y diplomacia en Oriente Medio

Por Francisco J. Carrillo. diplomático, vicepresidente de la Academia Europea y miembro del Foro para la Paz en el Mediterráneo.

Habría que interrogarse sobre la causas y razones que convierten al autodenominado Estado Islámico (DAESH) -que basa toda su estrategia en el terror y en la conquista de territorios- en un referente atractivo, sobre todo para musulmanes sunitas, dejando aparte los grupos de mercenarios que siempre estuvieron a la búsqueda del mejor postor. Negar que DAESH seduce a muchos sunitas es colocarse fuera de la realidad y elaborar grandes líneas de acción y de contraofensivas que probablemente no sean del todo las más apropiadas.

La guerra del Golfo y la guerra de Irak constituyen el origen más cercano del yihadismo radical, con Afganistán como telón de fondo. Neutralizado políticamente el nacionalismo árabe con la desaparición del rais Nasser en Egipto, y decididas las nuevas fronteras para África y el Medio Oriente desde mesas políticas europeas, el caldo de cultivo estaba latente en poblaciones musulmanas que no se veían representadas por la élites locales que pactaban con las antiguas metrópolis la distribución de reinos y de repúblicas asentadas en estructuras de subdesarrollo y de dependencia. Se descubren los hidrocarburos y las rentas del petróleo en pocas manos huyen de esos países y se incrementa el resentimiento y el malestar desestabilizador. Las mezquitas (y la religión fundamentalizada) fueron el refugio de los marginados y desheredados.

En Siria nace una confusa ‘revolución’, con componentes legítimos, en donde también avanza el terrorismo yihadista (Al Qaeda sunita y el autodenominado Estado Islámico sunita, enfrentados entre sí) en paralelo a la insurgencia democrática apoyada principalmente por Estados Unidos y por Francia. Mientras tanto, Rusia e Irán apoyan al régimen corrupto de Al Asad. En estos momentos se especula seriamente con una solución final para Al Asad, promovida por Estados Unidos y por Francia en plena negociación diplomática con Arabia Saudita sunita (anti Al Asad), con Irán chiíta (tras la negociación nuclear) y con Turquía. Pero coinciden con una masiva entrada en guerra de Rusia junto al ejército sirio de Al Asad, lo que parece elevar el listón fijado por Putin y posponer (que no descartar) toda negociación sobre un cambio de régimen en Siria, incluso bombardeando objetivos de la insurgencia democrática. Cabe pensar que Rusia persigue consolidar su presencia en el Oriente Medio y conservar su base naval en el Mediterráneo sirio, al tiempo que muestra una sólida alianza para la guerra antiyihadista con Irán.

¿Cómo es posible que un grupo yihadista terrorista, el autodenominado Estado Islámico (DAESH), haya podido ocupar un territorio equivalente al de Túnez, con más de 10 millones de habitantes, y con una capital, Mosul, que sobrepasa el millón de personas, y que, por demás, explota los pozos de petróleo ocupados, lo vende en el mercado negro -ese petróleo llega hasta Europa- y cuyo presupuesto se estima en varios miles de millones de euros? Las milicias de DAESH (sunitas) forman un ejército que se ha nutrido de los despojos (oficiales y soldados) del que fuera ejército de Sadam Husein (sunita). Disolver al ejército de Sadam fue uno de los grandes errores de Occidente, como también lo fue la desestructuración del Estado y el colocar a un chiíta incompetente y corrupto en la Presidencia del ‘nuevo’ Irak. ¿Por qué DAESH crea el califato hoy presidido por El Bagdadi? Era preciso argumentar una ‘ideología’ político-religiosa, basada en una atroz interpretación del Corán, que justificara la yihah radical y el terror. No hay duda de que los métodos radicales y terroristas (aplicados fundamentalmente a extranjeros, árabes-cristianos y a ‘enemigos’ del Islam), el petróleo, una organización militar eficaz frente al inexistente ejército iraquí (ahora parece que las cosas cambian), el mensaje de yihadismo ‘universal’ y la destrucción sistemática de todo vestigio cultural anterior al nacimiento del Islam, han logrado (hasta ahora) mantener la cohesión de una población de 10 millones de personas influenciadas por el ‘odio al cruzado’ junto al ‘odio al heterodoxo chiíta’. Cierto es también que poderosas redes árabes sunitas han apoyado directa o indirectamente a DAESH, ante el estupor o silencio por intereses creados de algunos poderes no sólo de Occidente.

¿Son rehenes del DAESH sunita los 10 millones de habitantes en los territorios que han ocupado? No hay duda de que una parte se doblega ante el terror sin límites del autodenominado Estado Islámico. Pero no es de excluir que otra parte, sin duda por ignorancia y por lavado de cerebro, está convencida que DAESH significa el ‘renacimiento del Islam’, mensaje que está llegando a otros países árabes e islámicos. La solución no está únicamente en bombardeos selectivos. El problema es mucho más profundo y difícil de solucionar.

Para destruir DAESH, una de las claves se encuentra en una alianza compleja pero urgente entre Arabia Saudita sunita (que pretende hegemonía en la región), Irán chiíta (que pretende hegemonía en la region), Turquía, y el Gobierno de Irak, en estrategia coordinada con Estados Unidos, Rusia, Francia, Reino Unido, la Unión Europea y la Liga Árabe. Otra clave está en la sustitución democrática del régimen de Al Asad en Siria, hoy prácticamente acorralado hacia el litoral mediterráneo. Una tercera clave está en manos de Turquía: el reconocimiento de un Estado kurdo. Una cuarta clave: la solución biestatal Israel y Palestina.

Una partición de Irak sobrevuela por las cancillerías europeas y árabes. Un Irak chiíta, un Irak sunita y un Irak kurdo con reconocimiento de las otras religiones y creencias, en primer lugar, la de los árabes cristianos. Son necesarios mensajes inspirados en los derechos universales, mensajes de líderes religiosos musulmanes, planes y programas de reconstrucción, bombardeos y tropas de a pie bajo la dirección del Gobierno soberano de Irak que logren liberar Mosul. Toda una combinada estrategia internacional (sin olvidar en esta guerra por la paz a las ‘franquicias terroristas’ en otros países) que deberá enfrentarse a la realidad del posDAESH y que sin duda entrará en arduas negociaciones para lograr ir educando, poco a poco, a unas poblaciones que viven en permanente estado de cultura de guerra, en una atractiva alternativa de cultura de paz bajo el denominador común de los derechos humanos universales. No faltan voces que afirman que no es equivalente el desarrollo económico, en plena globalización financiera, con el desarrollo humano. Quizás esta sea la piedra angular para desactivar conflictos bélicos y para erradicar el mercado negro de tráfico de armas.

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