¿Cómo huir del tópico cuando se habla de estirpe? ¿Cómo no caer en la tentación del refrán, del dicho popular, de buscar y forzar similitudes? Propongamos el juego contrario: huir de las semejanzas, incluso de las más obvias y remarcar las diferencias, la individualidad. Porque Ángel Idígoras y Pablo Rodríguez Codes son padre e hijo pero también son dos artistas muy diferentes a los que unen el talento y la pasión por el arte y alguna que otra cosa más, pero cuyas respectivas obras responden a planteamientos y desarrollos diversos. Ni Pablo es, artísticamente, una prolongación rejuvenecida de su padre, ni Ángel se ha desmarcado de las constantes de su obra por la irrupción doméstica del talento filial. Un mismo linaje, una pasión compartida, dos artistas distintos.

Dos artistas bien distintos, sí, pero con conexiones: trascendiendo lo meramente técnico, ambos son más emocionales que racionales, en ambos late una acusada conciencia social que está presente de manera más o menos expresa en su obra. Es la importancia del relato implícito que aporta a la obra de arte un plus valorativo. La preocupación por los desfavorecidos o por el mundo animal es una constante en ambos, herederos de un humanismo sin suposiciones que les viene de estirpe. Hay una inquietud ética que impregna la obra y de la que no pueden (ni quieren) deshacerse y de la que no debemos (ni podremos) desprendernos. Ética entendida como ideal, como afirmación de lo posible. Si como dice J.F. Martel, “toda gran obra de arte constituye una imagen completa de la vida”, en esta exposición hay mucha vida porque hay buen arte. Disfrutémoslo doblemente.  

El horario de visita será de lunes a viernes por la mañana de 11 a 14 horas y de 17 a 20:30h en turno de tarde. La entrada será gratuita.