De todos es sabido que el big data —nombre que recibe el inconmensurable flujo de datos que circulan por la red, generados por miles de millones de dispositivos de todo el mundo— puede ser a la vez ángel o demonio, según quién, cómo y para qué se trate la valiosísima información que contiene. Y aunque no lo sepamos, cualquiera de los miembros de nuestra universidad, a través de sus móviles y sus vehículos, está capacitado para generar miles de bytes por minuto durante los muchos desplazamientos que hacemos por el campus. Si a estos datos se les da el tratamiento adecuado, no sólo podrían servir para detectar patrones de comportamiento y hábitos erróneos de nuestra forma de conducir, sino que pueden ayudar a detectar problemas de diseño de la red vial de Teatinos, contribuyendo de esa forma a mejorar la movilidad en el campus.

Uno de los proyectos del I Plan Propio de Smart-Campus, U-sMArt-drive, precisamente busca estos objetivos mediante la recopilación de los datos que se recogen en casi un centenar de vehículos elegidos entre miembros de la comunidad universitaria. En el proyecto participan, entre otros, Luis Felipe Romero, catedrático experto en supercomputación, y Elvira Maeso, directora de la Cátedra de Gestión del transporte de la UMA y concejala de movilidad en el Ayuntamiento de Málaga. A través de sensores que se instalan en los vehículos, se están recogiendo gigabytes de información valiosísima sobre el consumo de combustible, producción de CO2, revoluciones del motor, aceleraciones, cambios de marcha o temperatura del aire (entre otros).

Cuando estos datos se "geolocalizan" (es decir, cuando se sabe dónde y en qué momento se han generado), la información adquiere un valor incalculable. Como ejemplos significativos, el proyecto ha detectado, en primer lugar, que un badén situado en el bulevar Louis Pasteur, por culpa de la frenada y consecuente aceleración del vehículo, es capaz de incrementar el consumo en varios litros de combustible de más (entre todos), y emitir en consecuencia varios kilos de CO2 a la atmósfera ¡cada día! Y algo parecido ocurre, como segundo ejemplo, en las barreras de accesos a los recintos cerrados del campus. Por este motivo, el proyecto U-smart-drive pretende cuantificar el daño que produce al medio ambiente (y a nuestra economía) nuestra forma de conducir, la estructura de la red vial, y la señalización de esta, para de esa forma justificar que pequeñas inversiones en nuestra forma de conducir y en nuestra red vial pueden ser capaces de generar grandes resultados.