El edificio
La arquitectura de la Facultad de Filosofía y Letras de la UMA, Campus de Teatinos
Arquitectos: Rafael de La-Hoz, Gerardo Olivares y José Chastang Barroso
Fecha: 1980-85
Descripción
La Facultad de Filosofía y Letras de la UMA es un proyecto de 1980-85 firmado por los arquitectos Rafael de La-Hoz, Gerardo Olivares y J. Chastang Barroso. Se compone en torno a dos ejes paralelos que parten de un mismo punto central para extenderse en sentidos opuestos y a diferentes alturas, salvando el desnivel del terreno. Orientados de norte a sur, constituyen la auténtica espina dorsal del conjunto arquitectónico, ya que se encuentran flanqueados a ambos lados por una serie de edificios modulares de dos tipos, puesto que dos son fundamentalmente las funciones de la facultad: los dedicados a aulas y los destinados a despachos y oficinas de los distintos departamentos que constituyen la Facultad de Filosofía y Letras. El eje que vertebra el conjunto se encuentra cubierto por una marquesina hecha de hormigón en bruto, de amplios voladizos y sostenida por pilares. La parte central de este largo pórtico que recorre toda la longitud de la facultad está ajardinada, con jazmines, hibiscos, palmeras, entre otras plantas.
Análisis
La Facultad de Filosofía y Letras es así una obra que se adscribe a la arquitectura del Movimiento Moderno, determinada por criterios estrictamente funcionalistas y con dejes estilísticos propios de uno de los movimientos más relevantes de la segunda mitad del siglo XX, el Nuevo Brutalismo.
Es ese funcionalismo que preside el diseño del proyecto lo que determina que los módulos dedicados a la misión de impartir clases tengan un volumen, planta y fachada distintos a los que cumplen las funciones de oficinas, despachos y otros servicios. Así, los edificios de aulas se proyectaron de una sola planta, con sus esquinas en ángulo recto y grandes ventanales para su iluminación; mientras que las torres de oficinas constan de varias plantas, esquinas redondeadas y ventanas más pequeñas correspondientes a los despachos, cuya ubicación perimetral responde precisamente al mejor aprovechamiento de la luz natural. Además, cada uno de estos módulos deja en su frente una especie de porche de entrada que también recorre el perímetro de la planta baja, formando un pórtico que enlaza con el central.
El Nuevo Brutalismo propugnaba este funcionalismo estricto, lo que se plasmó en una arquitectura austera y desornamentada, que dejara el material a la vista. También tenía la voluntad de sacarle partido estético al hormigón en bruto, sin pulir y sin pintar, lo que daba lugar a superficies rugosas, de color gris y que mantenía las huellas del encofrado de madera que habían servido para dar forma al hormigón. Es este recurso el que los arquitectos de la Facultad de Filosofía y Letras aplicaron a la marquesina central. Esa marquesina, que crea un pórtico al aire libre, resguarda y garantiza la comunicación entre los distintos edificios, y es también una especie de estoa que propicia los encuentros de los miembros de la comunidad universitaria. Todo ello lleva el sello de su origen mediterráneo. En 2010, una intervención de graffitis con motivos vegetales y animales, y con pintura verde, ha desvirtuado esa estética brutalista de la galería a favor de una prolongación en trompe l’oeil del jardín central.
Merece la pena reparar en otra singularidad de la Facultad: su composición modular, que preveía una hipotética ampliación posterior, en caso de necesidad. La idea, en teoría, es que se pudieran agregar fácilmente en cualquier momento más módulos al conjunto, tanto longitudinal como transversalmente, sin que, en todo caso, se alterara el proyecto inicial: esto es, añadiendo más edificios o bien a los lados de la prolongación del eje central, o bien situándolos detrás de los existentes. Así, este tipo de plan arquitectónico favorece un crecimiento orgánico o metabólico, otra rasgo recurrente de la arquitectura contemporánea. Las intervenciones posteriores, como la construcción del edificio de Administración y Decanato en el extremo septentrional, o la de la Biblioteca, han introducido una arquitectura de un tenor diferente; sus cubiertas a dos aguas, su estricta simetría y su aspecto “monumental” los hacen más proclives al lenguaje propio de la arquitectura posmoderna.
Este proyecto arquitectónico destaca también por su porosidad: se evita la jerarquización de los distintos elementos arquitectónicos, así como la ridigez simétrica, y también se elude una entrada monumental o principal, a favor de una multiplicación de accesos por medio de los corredores que forma entre sí cada par de módulos.
Los arquitectos
Rafael de La-Hoz Arderius (Madrid, 1924-2000), quien a menudo colaboró con los otros dos responsables del proyecto de la Facultad, Gerardo Olivares y José Chastang, es uno de los arquitectos más relevantes de la historia de la arquitectura moderna española. Influido por la vanguardia internacional, contribuyó a la renovación de la arquitectura de nuestro país después del paréntesis que supuso la Guerra Civil. La mayor parte de su obra se encuentra en Madrid (Edificio Castelar, o Colegio Mayor Santo Tomás de Aquino) y en Córdoba. No lejos de Teatinos, en Torremolinos, De La-Hoz y Olivares habían diseñado en la década de los sesenta un edificio extremadamente original, el Palacio de Congresos de Torremolinos. Rafael de La-Hoz Arderius definía la arquitectura como “el ordenamiento de cualquier espacio para el bienestar del hombre”.
+ info
MÉNDEZ BAIGES, Maite (coord.), Arquitectura de Málaga siglos XX y XXI. Base de datos arquitectónicos de la ciudad de Málaga, en http://www.arquitecturademalaga.es/
SANTANA, Antonio, “Dotaciones y proyectos urbanos para una nueva capital”, en MÉNDEZ BAIGES, Maite (ed.), Arquitectura, ciudad y territorio en Málaga, Geometría, Málaga, 2012, pp. 227-272.
Maite Méndez Baiges
Profesora Titular de Historia del Arte
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad de Málaga
